Rápidamente y sin previo aviso, le di un golpe en las pompas a mi hijo menor. Últimamente no había querido cooperar conmigo al cambiarle el pañal. ¡Ya era hora de que aprendiera!
Tan pronto lo hice, sentí mucho remordimiento. Mi egoísmo e impaciencia me habían llevado a golpear a mi hijo pequeño “en nombre de la disciplina”. Sé que mi Padre celestial no me disciplina así: repentinamente y con enojo.
¿Cómo podemos nosotros, como hijos de Dios, disciplinar a nuestros hijos como Dios lo ha hecho con nosotros? Y, aunque la Biblia sí enseña la disciplina corporal, ¿cómo podemos distinguir entre la disciplina bíblica y el abuso infantil?
Veamos algunos principios que conocemos de Dios como Padre, y pensemos en cómo podemos reflejarlos en la disciplina de nuestros hijos:
- Dios es paciente (Sal. 103:8). Dios es “lento para la ira”. Él imparte su paz y calma a toda situación. Antes de disciplinar corporalmente, nuestras propias emociones deben estar bajo control. Además, debemos considerar el estado emocional del niño, esperando a que él también se tranquilice. Pegarle a mi hijo porque me hizo enojar no es disciplina bíblica. Es abuso infantil.
- Dios es ordenado (1 Co. 14:40). Dios instituyó un proceso para la disciplina en la Iglesia (Mt. 18:15-17). Asimismo, la corrección a nuestros hijos debe tener un proceso establecido. Cuando todos en la familia saben cuántas nalgadas se van a dar y en qué sitio de la casa esto tomará lugar, el proceso se puede realizar con calma. Ya no se trata de nosotros como padres y cómo nos ofendieron, sino de nuestros hijos y cómo podemos ayudarlos a ver las consecuencias de sus acciones y madurar. Pegarle a mi hijo sin aviso o sin método no es disciplina bíblica. Es abuso infantil.
- Dios es inmutable (Stg. 1:17). Dios no cambia. No cambia de humor o de opinión sobre el pecado. Debemos reflejar su carácter al ser consistentes en nuestra forma de disciplinar, enseñando a nuestros hijos a obedecer a la primera. A veces, al estar de mal humor, inventamos nuevas “reglas” por capricho. Sin embargo, debemos pensarlo bien: ¿Estamos dispuestos a exigir el cumplimiento de esta regla, posteriormente, el 100% de las veces? Si la respuesta es “no”, entonces debemos hacer solo una instrucción para la situación presente y evitar poner una regla general. Pegarle a mi hijo porque hoy estoy de mal humor no es disciplina bíblica. Es abuso infantil.
- Dios es reconciliador (2 Co. 5:19). Dios no quiere distanciarse de nosotros. La disciplina siempre debe terminar con la reconciliación entre los padres y su hijo. Al disciplinar a nuestros hijos, debemos restaurar y fortalecer nuestra relación con ellos, como Dios lo hace con nosotros. En consecuencia, el uso del “tiempo fuera” se debe practicar con cuidado de no resultar en un aislamiento de la familia, especialmente para niños mayores. Pegarle a mi hijo y alejarme de él enojado no es disciplina bíblica. Es abuso infantil.
- Dios es amoroso (He. 12:6). Dios nos disciplina para nuestro bien. La palabra griega que se traduce como “disciplina” en la Biblia —en versículos como Efesios 6:4—, aunque sí refiere a un castigo, también conlleva instrucción. Los padres deben trabajar con sus hijos desde pequeños para enseñarles a escuchar y a obedecer a la primera. El castigo corporal debería ocurrir solamente cuando sea evidente que el niño ha desobedecido intencionalmente, para lo cual tenemos que haber sido claros al explicar las instrucciones a seguir —según su edad y etapa de desarrollo—. Pegarle a mi hijo para desquitar mi frustración y no para su bien no es disciplina bíblica. Es abuso infantil.
Lo que más debemos anhelar para nuestros hijos es que gocen del perdón de Dios y que disfruten de una relación con Él. Y su entendimiento del Padre celestial comienza en el hogar al observar a sus padres terrenales. ¿Qué clase de “dios” les estamos dando a conocer a nuestros hijos por cómo los tratamos?
Por último, debemos recordar que, en nuestras propias fuerzas, jamás podremos ser pacientes, ordenados, consistentes, reconciliadores, y amorosos como Dios. Su gracia y la presencia de su Espíritu son nuestra única esperanza.
¿Te unes conmigo a depender de Dios para mostrar su carácter al disciplinar a nuestros hijos? Él quiere que nuestros hijos lo conozcan. Disciplinar bíblicamente es una tarea difícil y requiere mucha sabiduría, pero ¡Él promete darnos dicha sabiduría cuando pedimos con fe (Stg. 1:5)!
Kristen McDaniel de Hernández, madre de tres hijos, está casada con Joel Hernández, quien es maestro en la Universidad Cristiana de las Américas. Por la gracia de Dios, sirve con su esposo en la plantación de la Iglesia Bautista El Evangelio en San Nicolás de los Garza, NL. Allí, Kristen está encargada del ministerio de mujeres.