“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 P. 3:7).

Discusión y tensión son sinónimos de matrimonio. La vida matrimonial está llena de desafíos porque es un instrumento de Dios para nuestra santificación. Esta es una realidad desde el inicio del matrimonio. En la noche de bodas nos damos cuenta de que nada es como lo planeamos. Tanto el hombre como la mujer ven cómo ese castillo construido sobre la nube del romanticismo comienza a desmoronarse. La pareja descubre la realidad, la lucha de poder y la lucha con nuestro propio pecado a la que Dios nos trajo para santificarnos y hacernos más a la imagen de Cristo.

Como esposos, estamos llamados a liderar en este campo de batalla por el bien de nuestro matrimonio. Pero no debemos hacerlo para nuestros intereses egoístas, sino que debemos hacerlo como Cristo lidera a la Iglesia. Cristo es el modelo ejemplar de un esposo. Entonces, ¿cómo podemos representarlo fielmente en nuestra relación matrimonial?

1. RELACIÓNATE CON TU ESPOSA

En los tiempos de Pedro, el hombre podía deshacerse de su mujer según las leyes judías y romanas. Podían pedir el divorcio por razones superficiales. Pero Pedro afirma que el creyente debe permanecer con su esposa. Para explicarlo, usa el verbo “vivir”. Normalmente, este verbo se usa para referirse a una persona que habita en un lugar de forma permanente. Así debe vivir el marido con su esposa: de forma permanente.

Dios te dio a tu esposa para que permanezcas con ella. Es tu responsabilidad socializar con ella y dirigir su vida a los pies de Cristo. No eres tan solo su proveedor. ¿Cómo permanecer con tu esposa? En el texto inicial encontramos dos implicaciones:

Conservando tu fidelidad

Si juegas, incluso en tu mente, con la posibilidad de estar con alguien más, nunca permanecerás con ella. El verbo synoikeo se usaba para aludir a las relaciones sexuales. Este es el sentido en este versículo, aunque es evidente que la exhortación no se limita a este ámbito. El pecado de la infidelidad física, mental o emocional es un grillete que te esclaviza y te impide actuar con sabiduría en tu matrimonio.

Reconociendo tu incapacidad

Pablo también explicó la responsabilidad del esposo de proteger y cuidar a su mujer, “como también Cristo a la iglesia” (Ef. 5:29). Pero imitar a Cristo es como intentar alcanzar el cielo con un salto. Es imposible. Por eso, el evangelio revela el egoísmo del corazón y la necesidad del poder de Dios para dejar tus preferencias para vivir sabiamente con tu esposa. Todo lo que necesitas para tratar a tu esposa con sabiduría lo tienes en Cristo. Tú no lo puedes producir. Él ya te lo dio por su obra de redención. Por eso, es necesario obtener la sabiduría de lo alto al tomar un tiempo significativo para leer la Palabra. No podrás ser sabio si no meditas en la Palabra.

2. RECUERDA CÓMO ES TU ESPOSA

Pedro nos muestra que cuando un hombre recibe la sabiduría de Dios, entonces ve a su esposa como debe verla. Los creyentes de Asia Menor necesitaban reiniciar su concepto de la mujer. Necesitaban recordar que sus esposas eran diferentes e iguales a los hombres, diferentes en diseño, pero iguales en valor.

En Génesis, la Biblia muestra que los hombres y las mujeres están hechos a imagen de Dios. Por tanto, comparten igual valor, estimación, dignidad e importancia. No obstante, en Génesis 2 hay una distinción en el rol. Las diferencias en el rol no son el resultado de la caída ni fueron borradas en la redención, pues los hombres y mujeres están diseñados por Dios para complementarse con roles distintos y hermosos.

Tu esposa es un vaso frágil. ¿Cuándo fue la última vez que le hablaste a tu esposa con ternura? Porque ella es frágil, cuídala con palabras amorosas y provéele lo que necesita.

Tu esposa es coheredera de la gracia de vida. Ella tiene necesidades diferentes a las tuyas pero, aunque es frágil, no es inferior a ti. Es diferente físicamente, pero espiritualmente es igual a ti. Trata a tu esposa como tu par espiritual.

3. RECURRE A LA ORACIÓN

La frase final es muy importante: “para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. La metáfora es sumamente expresiva, pues Pedro contempla a los esposos orando juntos. Si la mujer presta a su marido el debido respeto y él le da a su mujer la debida consideración, sus oraciones subirán al trono de la gracia sin estorbos. Pero si hay disensión, resentimiento y rencillas sin solucionar ni perdonar, esas oraciones hallan una barrera en su ascenso.

Hay una forma de vivir con nuestra esposa que obstaculiza nuestras oraciones y arruina nuestro impacto espiritual. No obstante, hay otra forma que libera nuestras oraciones y potencia nuestra vida espiritual como matrimonio.

Conclusión

Las familias son los componentes esenciales de la sociedad humana, una sociedad que no protege la familia erosiona su propia existencia. Cuando la familia desaparece, la anarquía es el resultado lógico, y ahí es hacia donde nos dirigimos. Ahora, más que nunca, es el tiempo de que los cristianos declaren y exhiban lo que la Biblia enseña: el criterio de Dios para el matrimonio y la familia. Ese es el único criterio que produce significado, felicidad y satisfacción.

Ven con un espíritu pobre y necesitado, diciendo: “Señor Jesús, yo no sé cómo ser un buen esposo, pero tú me has redimido. Por eso, quiero llenarme de tu sabiduría y representarte en mi matrimonio. Ayúdame a relacionarme con mi esposa con fidelidad, a amarla con ternura por su gran valor, y orar con ella sin estorbo alguno”.