“Uno no sabe lo fuerte que es un viento hasta que camina en contra de él”. Esta fue una frase del reconocido C. S. Lewis. Sencilla, práctica, y cierta. Ir en contra de una corriente es desgastante. Te esfuerzas demasiado y avanzas poco. Vuelves a intentarlo sin realmente moverte de lugar. Lo intentas una y otra vez hasta que, por desánimo o por cansancio, te rindes. La santificación del cristiano es algo similar. El cristiano necesita de algo, o en este caso, Alguien, más fuerte y capaz de ayudarlo a vencer la corriente.

En este artículo, quisiera animarte a perseverar en la santidad ante la verdad de que Dios está obrando en ti por medio de la gracia en Cristo.

NO SOY LO QUE UN DÍA FUI

La santificación es la transformación del creyente para ser más como Jesucristo en sus actitudes, deseos y acciones.[1] El punto de partida es el momento de la conversión. Las Escrituras son claras en demostrar que por la fe somos justificados delante de Dios y transformados en nuevas criaturas. Es entonces que la transformación comienza.

Sin embargo, es importante recordar de dónde fuimos rescatados. Dentro de la lista de pecadores ─en la que estamos todos inscritos─ ¿qué lugar ocupabas? El apóstol Pablo se consideraba a sí mismo “el primero” de todos los pecadores (1 Ti. 1:15). Nosotros también deberíamos; no solo de manera romántica, sino entendiendo que es verdad. Estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. ¿Recuerdas? Y fue Dios quien nos dio vida en Cristo (Ef. 2:1). Tener esto presente nos mantiene conscientes de la gracia activa de Dios en nuestras vidas. La misma gracia que nos rescató es aquella que opera en nosotros para llevarnos a ser como Jesús.

NO SOY QUIEN DESEO SER

Entendemos que somos llamados por Dios a ser como Jesús, a perseguir y alcanzar la medida de la estatura de su plenitud (Ef. 4:13). Deseamos lograrlo. Pero al verlo a Él y al vernos a nosotros mismos, ¿qué tan cerca estamos de alcanzarlo? O más bien, ¿qué tan lejos?

Ver la gran diferencia entre nosotros y Jesús puede convertirse en un arma de dos filos. Si bien entendemos que el sacrificio de Cristo ha borrado nuestro pasado y nos ha hecho hijos de Dios, el camino que se nos pone por delante podría parecer inalcanzable. Las pruebas externas (enfermedad, problemas económicos, conflictos familiares, etc.) que enfrentamos a diario pueden desviar nuestra mirada de Dios. La lucha interna contra el pecado que aún mora en nosotros suele traernos tragos amargos de nuestra falibilidad. Ver lo distante que estamos de ser santos y agradar a Dios puede ser peligrosamente desalentador, ya que esa santidad perfecta no es posible para nosotros aquí en la tierra. Seremos glorificados solo hasta que Cristo regrese. Mientras tanto, su gracia nos asiste para ser transformados.

POR GRACIA SOY LO QUE SOY

Ir en contra de la corriente en nuestras propias fuerzas no nos llevará a ningún lado. Sin embargo, no se espera que seamos nosotros los que obremos la santificación en nuestras vidas. Somos responsables de colaborar con Dios, pero debemos reposar en la verdad de que el perfeccionarnos es un proceso que corresponde solamente a Él. Nuestra esperanza debe estar en que su gracia está operando en nosotros. Día a día, Él nos está llevando a ser más como Cristo.

Su gracia es esa potencia que necesitamos para poder avanzar dando pasos firmes. Ni lo que fuimos, ni lo que aún no somos, podrá detener la obra que Dios está llevando a cabo en nuestros corazones. Nuestras debilidades son tan solo el taller donde su gracia entra en acción. Podemos estar seguros de que Él terminará la obra que ha comenzado (Fil. 1:6).

CONCLUSIÓN

Llevar la carga de la santificación en nuestros hombros va a terminar por aplastarnos. Nosotros no podemos, por nosotros mismos, ser como Cristo. Necesitamos la potencia de su gracia. Él va delante de nosotros haciéndonos progresar. No permitas que tu pasado se vuelva un obstáculo en tu caminar. Jesús te ha hecho nuevo. No dejes que lo que aún no eres te obstruya, desgastándote y haciéndote perder de vista al Señor. Hoy por hoy ve lo que eres en Él, agradece por su gracia, y camina seguro de que Él terminará la buena obra que un día comenzó en ti.


[1] Jim Berg, Transformados En Su Imagen Edición Juvenil (Guadalupe: Edición UCLA, 2000), 4.


Guillermo Soto tiene 25 años y actualmente estudia la licenciatura en Teología en la Universidad Cristiana de Las Américas. Sirve en su iglesia local en el ministerio de evangelismo y discipulado. Le gusta leer y hacer rompecabezas.