¿Te has cuestionado si un creyente puede suicidarse? ¿Lo consideras un pecado peor que los demás? Quiero iniciar diciéndote que yo tenía una mala perspectiva acerca del suicidio. Consideraba que, cuando una persona deseaba suicidarse, era por su propio egoísmo. Pensaba que era una persona egocéntrica que no estaba dispuesta a sufrir. Así que, para él, era mejor quitarse la vida.

Sin embargo, algo me humilló. Fue hablar con la esposa de una persona que se suicidó. Después de eso, entendí que el suicidio era un asunto más complejo de lo que pensaba. Es decir, cuando uno no entiende lo que sucede en la persona que se suicida, es fácil dar un juicio frío y sin tacto. Pero, como cristianos, deberíamos ser más comprensivos y compasivos con aquellos que tienen deseos suicidas.

Quisiera animarte a considerar cinco aspectos que nos dan una perspectiva bíblica del suicidio.

1. El suicidio es un pecado

Adán fue el primer suicida. Desde el principio, Dios señaló que la paga del pecado era la muerte (Gn. 2:17). Adán sabía que no debía tomar del fruto prohibido. Sabía que eso lo mataría. Aunque murió físicamente más de 900 años después, murió espiritualmente desde que comió del fruto. No había ninguna razón por la cual hacerlo. No había ningún ambiente ofensivo. Simplemente hubo un deseo en contra de la voluntad de Aquel que le dio la vida, y el resultado fue el suicidio espiritual. De la misma manera, cualquier deseo en contra de la voluntad de Dios es pecado. Entonces, suicidarse es un pecado.

2. El suicidio no es un “pecado mayor”

Para quien no tiene a Cristo en su corazón, el suicidio es como cualquier otro pecado. Es el resultado natural de un corazón que va en contra de la voluntad de Dios. Efesios 2:1 nos dice que la condición del hombre sin Cristo es la muerte. El pecado es más que una simple acción. Es una condición. Yo no simplemente hago pecado, soy pecador. Sin duda, el suicidio nos parece un pecado mayor porque, a diferencia de la mentira, el hurto o aun del asesinato, no parece haber forma de arrepentirse. Pero la Biblia misma no nos da ningún indicio de que sea un pecado más grave que los demás.

3. El suicidio también es una tentación

Si el suicidio es un pecado como cualquiera, debe de existir la tentación al suicidio. Considera por un momento esto. Santiago dice acerca de la concepción del pecado: “La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte (Stg. 1.14–15 NTV)”. Este es el proceso que sigue cualquier pecado. Yo miento cuando dejo que la tentación de mentir se vuelva mi deseo y, al dejarla crecer en mi mente y mi corazón, yo miento. Por ese único pecado, según el mismo apóstol, eres condenado a muerte por toda la ley (Stg. 2:10). Lo mismo sucede con el adulterio y el asesinato (Stg. 2:11-12). Así que, si alguien peca suicidándose, tuvo que haber sido tentado antes.

4. El suicidio es una tentación para el inconverso

Esto es crucial. ¿Cuántos estamos alertas a esta tentación? La sociedad misma está asombrada de la cantidad de suicidios que se viven hoy a nuestro alrededor. Solamente en 2017, se registraron 6559 suicidios en México, casi el doble de lo registrado en 1997 (3370) y un 30% más en relación al 2007 (4394).[1] Es tan preocupante que lo declaran como un problema de salud mental. Esta misma estadística indica que el 32.5% de la población arriba de los 12 años se ha sentido deprimida y que el 9.9% de esta vive así a diario. Seguramente, las estadísticas en otras partes del mundo no difieren mucho. Se realizan programas de ayuda para estos casos, pero ¿dónde está la iglesia? Como cristianos, deberíamos ser sensibles a este problema. En lugar de juzgar a quienes cometen suicidio, deberíamos ser personas confiables y abiertas a ayudar a quienes sufren esta tentación.

5. El suicidio es una tentación para el creyente

Esto debe llevarnos a considerar que aun creyentes pueden llegar a tener deseos suicidas. Esta línea es bastante delgada. Estoy seguro de que habrá varios que diferirán conmigo sobre este aspecto. No obstante, la Biblia indica que un pecado se consuma cuando dejo crecer el pecado en mi vida. ¿Cuándo puede suceder esto? Cuando soy débil. En ninguna manera justifico al suicida. Ya he mencionado que el suicidio es un pecado. Sin embargo, Pablo nos enseña que debemos ser vigilantes de las tentaciones y de nuestra firmeza ante estas (1 Co. 10:12-13). Como dije, aun los inconversos están buscando ayuda y la iglesia debe poder ofrecerla. Si un cristiano puede tener la tentación de suicidarse, ¡deberíamos estar al tanto de los creyentes a nuestro alrededor! Al tener una actitud prejuiciosa, solo ahuyentaremos a quienes necesitan ayuda. Presta atención en tu iglesia y bríndale tu amistad a quien la necesite.

Así que, cuando hablamos del suicidio, debemos dejar de lado nuestra frialdad. Es un asunto serio y personas a nuestro alrededor necesitan del Evangelio. Como cualquier pecado, ¡es posible vencerlo en Cristo! El poder redentor de Jesús puede ayudar a superar cualquier deseo suicida. Esa es la esperanza que debemos llevar a los demás. En vez de debatir si alguien que se suicidó era realmente salvo, enfoquemos nuestra atención en aquellos que están luchando con esa tentación hoy. ¡Seamos cristianos llenos de compasión y comprensión que dirijan a los demás al poder del Evangelio!

¿Y si estoy luchando con pensamientos suicidas?

Si estás leyendo esto y estás siendo tentado a suicidarte, te animo a que hagas tres cosas:

  1. Vuelve al Evangelio. No hay ninguna situación ni sentimiento que elimine el sacrificio que Cristo hizo por ti en la cruz. Nada te impide acceder al trono del Padre celestial con confianza. Por lo tanto, considera ese sentimiento suicida como lo que es: un pecado. Arrepiéntete de tu pecado y vuelve a Cristo, que es amplio en perdonar.
  2. Pide ayuda. Si tú estás batallando con sentimientos de depresión o inferioridad, acércate a algún creyente maduro en tu iglesia que pueda aconsejarte. Pero no basta una sola conversación sobre el tema.
  3. Rinde cuentas. Como mencionamos antes, el suicidio es una tentación con la que, tal vez, vas a batallar siempre. Y debes luchar contra ello como con cualquier pecado. Rinde cuentas de manera habitual y pide ayuda cada vez que tengas pensamientos suicidas. Un consejero que te pregunte constantemente cómo vas en tu lucha, puede ser un recurso invaluable.

Querido hermano, si estás luchando con pensamiento suicidas, recuerda que la puerta del trono celestial está abierta para todo hijo de Dios. Ahí puedes entrar confiadamente y encontrar el oportuno socorro (He. 4:16).


[1] https://www.inegi.org.mx/temas/salud/default.html#Informacion_general