Una de las primeras cosas que Dios hizo en la creación fue “hablar” (ver Sal. 33:6). Él comunicó algo y fue hecho. Pareciera que es algo muy básico, pero es algo extraordinario y lleno de poder que Dios creó por medio de su hablar.

Ahora, debido a que fuimos creados a imagen de Dios, el Señor nos permite “hablar” o “comunicar”. Aunque no creamos cosas al hablar, sí hablamos para externar aquello que está en nuestra alma. Al principio, la comunicación del primer matrimonio se mantuvo a la perfección, pero el pecado distorsionó la imagen de Dios en nosotros y, con eso, la forma en que nos comunicamos. El pecado trajo la ausencia de comunicación en el matrimonio y, en ocasiones, puede verse de la siguiente forma:

  • Orgullo o falsas expectativas: “Para qué lo platicamos si todo acaba igual siempre. Además, nunca entiende lo que le digo sin importar cómo se lo pida”.
  • Desconfianza: “Prefiero quedarme callado porque siempre lo toma a mal”.
  • Control: “Solo pido un poco de claridad y que se hagan las cosas más importantes para mí, donde no estoy dispuesto a ceder. Pero creo que no me entiende”.
  • Impaciencia: “Esto ya lo hemos hablado y no puedo seguir esperando a que reaccione”.
  • Menosprecio: “No creo que sea necesario hablar estas cosas. Ya debería entenderlo. Siempre ha sabido que yo soy así”.

Podríamos ampliar estos puntos, pero creo no es necesario. Pienso que todo matrimonio está de acuerdo en que la ausencia de comunicación es un problema real. Por eso, quisiera tomar más espacio para proponerte soluciones a este problema.

Estas son tres formas sencillas de comunicación matrimonial que se conectan con el Evangelio:

1. Escucha sin interrumpir

Constantemente, cometemos el error de interrumpir cuando nuestro cónyuge habla, dando soluciones u opiniones de temas que ni siquiera se han externado. Eso corta la comunicación y merma la confianza. “Escuchar sin interrumpir” es un acto de amor y respeto por aquello que necesita ser expresado. Pero “interrumpir al escuchar” siempre será una fuente de conflicto.

Dios nos pone el ejemplo en la comunicación:“Debido a que él se inclina para escuchar, ¡oraré mientras tenga aliento!” (Sal. 116:2, RVA, énfasis añadido). Esto es impresionante. Dios mismo inclina su oído para escucharnos y ofrece su silencio a nuestras palabras… ¿Cuánto más debemos imitar a Dios al comunicarnos en nuestro matrimonio?

“Escuchar sin interrumpir” es una manera de servir al otro. Es darle la oportunidad de externar su sentir, preocupación, angustia o simplemente comunicarse y ser escuchado. “Escuchar sin interrumpir” permitirá que el silencio sea una fuente de confianza y atención para quien habla. “Escuchar sin interrumpir” a tu cónyuge provocará que, al terminar de hablar, tenga un corazón disponible para aceptar el consejo y la corrección.

2. Comunica sin acusar

La comunicación no es sinónimo de discusión. Dios nos dio el recurso de la comunicación para servirnos unos a otros. Sin embargo, la acusación se infiltra con facilidad en los momentos de comunicación matrimonial. En realidad, la acusación secuestra la paz de la comunicación conyugal, pues enciende una llama que consume el deseo de comunicarse y darse a conocer al otro.

Ahora bien, la comunicación matrimonial sí incluye las conversaciones difíciles. Estas son incómodas, pero son necesarias. De lo contrario, tendremos una relación superficial que evita temas y deja rezagos de conflictos y pecados. La idea aquí es que las inconformidades o pecados siempre deben comunicarse con el fin de ayudar al cónyuge, de una forma respetuosa y llena de gracia. Así como el evangelio nos comunicó nuestra perdición para guiarnos al amor de Cristo, todo cónyuge debe comunicarse con una actitud de reconciliación y no de condenación.

3. Comunica sin presuponer

Un error común en la comunicación matrimonial es la presuposición. Es decir, considerar que nuestro cónyuge entiende lo que decimos solo porque dimos una mínima idea de lo que esperábamos o ¡aun sin que lo hallamos dicho! Esto crea molestia o una actitud de obviedad porque “no nos entienden”.

Pero lo mejor que podemos hacer es ser intencionales al momento de comunicarnos, por ejemplo:

  • Repite con amabilidad lo que es necesario resaltar.
  • Pregunta después de escuchar: “¿Lo que me quieres decir es esto? ¿Lo entendí bien?”.
  • Afirma después de comunicar: “Si tienes dudas sobre esto, me sentiría muy tranquilo si me las dices para que intente explicarme mejor”.

CONCLUSIÓN

Una realidad en todo matrimonio es que tanto un cónyuge como el otro desean ser conocidos. Y la manera de conocerse cada vez más es la comunicación. Por eso, todo matrimonio requiere una disposición a esforzarse en la comunicación. Dios, de nuevo, nos da un ejemplo de cómo lograrlo: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras…” (He. 1:1a, RVA). Dios nos ha comunicado de distintas maneras la salvación por medio de su Hijo. Por tanto, no tenemos ningún pretexto para no comunicarnos dentro de nuestro matrimonio en distintas maneras con amor y humildad considerándonos el uno al otro.

Por último, un consejo gratis… Un buen hábito para la comunicación y la toma de decisiones es tener una “libreta matrimonial”, donde se apunten todos los acuerdos hechos. Esto ayudará a tu matrimonio a recordar lo que se dijo y, así, enriquecer aquello que comunicamos previamente. Esta es una buena medida para recordar y evitar futuros malentendidos.


Alex Díaz es el pastor de Iglesia Central, la cual está plantando en Cuernavaca, México. Es consejero y maestro de Biblia, está cursando una Maestría en Divinidad con énfasis en misiones y evangelismo en el Southern Baptist Theological Seminary; regularmente publica artículos para Coalición por el Evangelio, está casado desde hace 20 años con Ana Laura Sánchez, y tiene dos hijos adolescentes, Fernando y Elías.