Mi mundo ideal… Estoy corriendo a él durante la cuarentena, me da un respiro de toda la presión que siento. Este mundo imaginario no es nuevo, sino que cobró fuerza porque me hace desconectarme de la realidad. Se puede ver de muchas maneras, por ejemplo:

  • La joven —o no tan joven— soltera que ve películas y series románticas toma gran parte de su vida pensando en eso. Sueña con el príncipe azul. Es más, tiene un tablero en Pinterest con miles de ideas para su boda.
  • La esposa que evade su realidad matrimonial a través de las redes sociales, algún grupo de amigos, televisión o, inclusive, trabajo para no afrontar los problemas en su matrimonio. Aprovecha cualquier oportunidad para ignorar lo que está pasando.
  • La persona que ve pornografía o sueña con relaciones ilícitas con otras personas en su mente. Quizás no cae en fornicación en toda la expresión de la palabra, pero en su mente sueña con una intimidad relacional que no tiene en la vida real.
  • La mujer que duerme o come mucho con la finalidad de aliviar su carga. Parece algo inofensivo y para nada pecaminoso en comparación con la fornicación o algo por el estilo. Pero es el “lugar feliz” al que huye cuando hay problemas.
  • La creyente que pasa gran parte de su tiempo pensando: “Si tan solo tuviera…”. Puede ser una casa más grande, un carro, un trabajo, vivir en otro país. Sus anhelos gobiernan sus pensamientos. Cree que necesita ese “algo más” para ser feliz.
  • La mujer que crea un mundo falso en su Facebook o Instagram para satisfacer sus deseos de identidad y aceptación. En la vida real, las cosas no son como ella desearía. Por eso, está obsesionada con ocultarlo, aparentando que su vida es perfecta.

POR QUÉ TU MUNDO IDEAL ES PECADO

Dios diseñó nuestro cerebro para que seamos creativos. Por eso somos capaces de crear muchas cosas en nuestra mente antes de llevarlas a cabo. Esto es algo bueno cuando lo usamos para los propósitos de Dios. Cuando Adán puso nombres a los animales (¿te imaginas inventar nombres de la nada?) estaba usando su imaginación para la voluntad de Dios.

Quizás pensamos que no tiene nada de malo tener un “mundo alternativo”. Es decir, todos tenemos derecho a soñar en una vida mejor, ¿no es así? Pero cuando nuestro “mundo ideal” se convierte en una constante y nos hace albergar pensamientos pecaminosos, nos exponemos a los siguientes peligros:

No piensas lo verdadero. Tener un mundo ideal es soñar despierto. Al principio, nos parece divertido crear posibilidades o nos atrevemos a jugar con pecados. Nos parece inocente guardar “solo” un pensamiento pecaminoso. No obstante, desobedecemos a Dios al no llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo (2 Cor. 10:5).

Desperdicias tu tiempo. No, no vale la pena invertir tres horas en Pinterest ¡porque no tienes el novio! No, tu trabajo y dinero no te dará el matrimonio que deseas. La inversión en redes sociales no te servirá de nada. La Biblia nos insta a aprovechar bien el tiempo en el reino de Dios (Ef. 5:16).

Menosprecias el plan de Dios. Dios dio a su hijo para salvarnos y disfrutar de una relación de amor con nosotros (1 Jn. 4:7-16). Cada vez que creamos nuestro mundo ideal en nuestra cabeza, estamos diciéndole: “¡Mi plan es mejor que el tuyo!”. ¡Qué miserable es pensar que seres finitos como nosotros sabemos más que Dios!

Guardas tus pecados en lo oculto. Tu mente empieza a albergar una serie de pecados. Lo que inició como una idea solo para distraerte se convirtió en un catálogo de pecados ocultos. Lascivia, engaño, lujuria, hipocresía, pero nadie más puede ver tu mente… o eso creemos. Pero Dios conoce todos tus pensamientos (Isa. 29:15).

Desarrollas tu descontento. Si dejas que tu “mundo ideal” crezca, no te sorprendas de tus quejas ante la vida real. No son “solo” cinco series que te hacen sentir emoción. No es “solo” pornografía una vez a la semana. No son “solo” mensajes. No es “solo” tu mente. La batalla contra el pecado se lucha primero en la mente. Después, se materializa en expresiones y, finalmente, se cae en pecado (Stg. 1:13-15).

Tu mundo ideal se convierte en tu hábito pecaminoso. El hábito de pensar en las riquezas te convierte en un avaro. El hábito de pensar en otros hombres te convierte en una adúltera. El hábito de la lujuria te lleva a la masturbación. El hábito de invertir horas en tu tablero del amor en Pinterest te lleva a una relación ilícita o a la amargura. El hábito de comparar tu vida con la de otros te hacer ser una esposa quejumbrosa.

CÓMO DEJAR DE SOÑAR CON TU MUNDO IDEAL

Entonces, nuestro mundo ideal es pecado. Cualquier pensamiento que no se somete a la verdad de la Palabra es pecado. Debemos estar alertas a nuestro engañoso corazón. ¿Qué hacemos?

1. Arrepiéntete. Si no crees que necesites arrepentirte, estás justificando tu pecado y no podrás avanzar. Necesitas renovar tu mente (Ro. 12:1-2). Si cambias todo lo externo sin cambiar tu mente, no tienes el arrepentimiento genuino que necesitas para crecer en santificación.

2. Confiesa. Si pecaste contra alguien, confiésalo y pide perdón. Confesar tus pensamientos es muy difícil porque la persona podría decirte: “¡No me has hecho nada!”. Pero en realidad eso nos hace tener relaciones honestas y llenas de gracia.

3. Cree la Palabra. Si no renuevas tu mente, no sirve de nada arrepentirte y confesar tu pecado. Si no reemplazas tus pensamientos pecaminosos con verdades espirituales, otra vez tendrás tu hábito de huir a tu “mundo ideal” en lugar de acercarte a Dios.

4. Pide ayuda. Siempre necesitarás de otros creyentes. No eres suficiente por ti mismo. Si te quedas sola, seguramente vas a abandonar tus esfuerzos por la santidad de tus pensamientos. Ríndeles cuentas a otros y deja que Dios obre en ti por medio de tu iglesia.

¡No te engañes! No pienses que, si nadie lo ve, no estás pecando. Tu mundo ideal puede ser la tentación ideal. Piensa en la Palabra: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:24-25).


Marisol Rojo es originaria de Nayarit. Está casada con Daniel López, anciano de la Iglesia Bautista La Gracia en Juárez, N.L., México, y tienen una hija, Zara. Es graduada de la Universidad Cristiana de Las Américas, donde ahora colabora en el ministerio de educación. Le encanta enseñar materias seculares, mostrando cómo la Palabra de Dios es superior a cualquier filosofía humana.