Nos ha pasado a todos, ¿verdad? Digamos que estás enseñando la vida de Daniel a un grupo de niños. Ya conoces la historia. Daniel es íntegro y sus enemigos no pueden encontrar nada en su contra. Como Daniel siempre oraba a Dios, deciden engañar al rey para que haga un edicto diciendo que solo se puede orar al rey. Sus enemigos saben que es la única manera de atrapar y destruir a Daniel. Daniel termina en el foso de los leones. Dios le rescata y los malos terminan como comida de leones.
Conocemos la historia, pero ¿cómo lo aplicamos? “Obvio”, dices, “Debemos ser íntegros como Daniel”. Pero, esa vocecita te dice: “y, después de convencer a todos que les falta mucho para ser como Daniel, ¿qué sigue? ¿Solamente les dices que hay que esforzarse más? Y, si toda la Biblia trata sobre Jesús, ¿dónde aparece en esta historia?”.
Hay tres declaraciones que podemos seguir para apuntar a nuestra audiencia a Jesús, aun si no aparece con claridad en la historia.
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Jesús ES NUESTRA NECESIDAD
Al ver la integridad de Daniel, vemos nuestra falta de integridad. Pocos dirían: “¡Qué bueno que soy tan íntegro como Daniel! Si alguien investigara cada aspecto de mi vida no encontraría nada sino amor a Dios”. Entonces, vemos aquí nuestra necesidad de Jesús. Necesitamos que Él sea la fuente de nuestra integridad. Siendo honestos, todos tenemos áreas en nuestra vida de las cuales nos avergonzamos. Jesús es la solución a cada una de ellas.
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La vida de Jesús soluciona nuestra necesidad
El mayor ejemplo de integridad no es Daniel, sino Jesús. Pero Jesús no solamente es nuestro mayor ejemplo de integridad, sino que Él también fue íntegro por nosotros. Su obediencia perfecta al Padre incluía el sufrir tentaciones reales, venciéndolas por nosotros. Al vencer con integridad toda tentación, nos brindó la oportunidad de ser declarados perfectamente íntegros ante el tribunal de Dios. Por fe, estamos unidos a Cristo y eso nos hace íntegros ante el Padre. Además, porque Él fue tentado y venció la tentación, también puede compadecerse de nuestras tentaciones y ayudarnos a ser íntegros, aun cuando nos parezca imposible.
La vida de Jesús es parte de la solución a nuestra necesidad de integridad porque Él no solamente fue íntegro, fue íntegro para hacernos íntegros por fe y para ayudarnos a vencer las tentaciones de faltar integridad en cualquier área de nuestra vida.
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La muerte y resurrección de Jesús solucionaN nuestra necesidad
Jesús no solamente fue 100% íntegro venciendo la tentación. Él murió por nosotros, llevando nuestras faltas de integridad a la cruz. La integridad de Jesús incluye tanto su obediencia al vencer la tentación por ti como su obediencia a Dios al morir para limpiarte de tu falta de integridad y librarte del poder del pecado. Jesús vivió una vida íntegra y murió por tu falta de integridad. Por eso, ahora eres declarado perfectamente íntegro delante de Dios por la fe, y tienes el Espíritu de Jesús viviendo en ti para ayudarte a ser más integro cada día.
La muerte y resurrección de Jesús es la segunda parte de la solución a nuestra necesidad de integridad porque Él no solamente fue íntegro, sino que murió en nuestro lugar por nuestra falta de integridad para brindarnos su mismo Espíritu a fin de que podamos ser íntegros.
Conclusión
Al ver la historia de Daniel, vemos cuán lejos estamos de ser tan íntegros como él. Al ver la historia de Jesús, vemos el perdón de nuestra falta de integridad, siendo declarados íntegros delante de Dios y siendo capacitados para vivir una nueva vida de integridad en el poder del Espíritu de Jesús.
¡Prediquemos a Jesús cada vez que enseñamos su Palabra!