“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).
Estamos en una guerra espiritual y la Biblia nos presenta a nuestros adversarios. En primer lugar, tenemos un temible adversario llamado el Diablo. Pablo nos dice que él obra con un solo propósito: que el Evangelio no sea proclamado (2 Co. 4:4). En segundo lugar, las Escrituras nos presentan “la corriente de este mundo” (Ef. 2:2). Es un estilo de vida que sigue “tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8; 2:20). De hecho, la Biblia destaca como ejemplo a Demas que naufragó de la fe “amando este mundo” (2 Ti. 4:10). Esa corriente presenta las tentaciones y pecados al creyente y lo empuja al “lodo cenagoso” del cual Cristo lo sacó.
Sin embargo, ninguno de estos dos es presentado como el enemigo habitual del creyente. El libro de Gálatas nos presenta a nuestro enemigo más cercano y feroz:
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gá. 5:16-17).
La carne es nuestro peor enemigo. Las obras de la carne son contrastadas con el fruto del Espíritu (Gá. 5:19-23). Sin embargo, no debemos entenderlas como simples acciones ocasionales, sino como una forma de ser. Las obras de la carne son el resultado de una forma de ser. A cualquiera cuyo estilo de vida se caracterice por el pecado, la Biblia lo llama una persona carnal. Por el contrario, el libro de Gálatas también se refiere a los “espirituales”, personas que son caracterizadas por ser controlados por el Espíritu (Gá. 6:1).
Ahora, tú podrías aceptar que existen estos tres enemigos en tu vida: el Diablo, el mundo y la carne. Pero me gustaría señalarte que tal vez te has olvidado del principal contendiente en la lucha espiritual. ¿Estás listo? Eres tú.
Muchos cristianos realmente no se encuentran luchando porque no se sienten parte del conflicto espiritual. Gálatas 5:16-17 presenta a la carne y al Espíritu oponiéndose entre sí como dos que luchan. Sin embargo, sería erróneo pensar que esto ocurre fuera de nosotros. En realidad, estas dos naturalezas luchan dentro de nosotros. Por un lado, tenemos a la naturaleza que llevamos por “default”, que denominamos “la carne”. Por el otro, tenemos al Espíritu Santo, quien llega a nuestro corazón al recibir la salvación del Señor. Es decir, es una lucha entre dos personas.
Yo soy el principal contendiente en la lucha espiritual, pero también el más olvidado. De alguna manera, pensamos que el Espíritu debería de ganarle a la carne sin involucrarnos. Pero, cuando existe esta indiferencia en nuestro interior, tendemos a no participar, a rendirnos, y simplemente perdemos la lucha. Ser el contendiente principal no significa ser el más fuerte ni el que dará el golpe decisivo, sino aquel que marca el paso de la lucha. Todos los creyentes deberíamos recordar diariamente que somos parte de la lucha. Y, por supuesto, ¡luchar por la victoria del Espíritu! Decídete a participar hoy.