Como cristianos, somos llamados a compartir nuestra fe, pero también somos llamados a guardarla. Como el apóstol Pablo, todo creyente debería aspirar al epitafio: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”.

Quizá nadie en la historia de los bautistas ha guardado mejor la fe que el ilustre Charles Spurgeon —especialmente visto a través del prisma de la Controversia del Declive—.

Era el año 1887, y Spurgeon estaba en ocaso de la vida. Por más de tres décadas, había gozado de su singular posición en el mundo como un reconocido predicador, pero sobre el horizonte aparecieron nubes tormentosas.

La Controversia del Declive comenzó lentamente al principio, con tres cartas anónimas que aparecieron en marzo, abril y junio (1887) publicadas en Sword & Trowel (“Espada y Mortero”). Las tres cartas (que más tarde se reveló fueron escritas por Robert Shindler, amigo de Spurgeon) advertían de un deslizamiento doctrinal en una pendiente cuesta abajo, un declive.

Mientras las cartas anónimas generaron interés, la controversia no explotó sino hasta unos meses después cuando Spurgeon entró en la contienda. En la edición de agosto de 1887 de Sword & Trowel, Spurgeon echó su guante al ruedo en su artículo de seis páginas titulado “Otra palabra sobre el Declive” (Another Word on the Downgrade).

En ese momento, Spurgeon estaba a menos de cinco años de su muerte. Estaba cerca de la cúspide de su popularidad en la Unión Bautista y globalmente, pero cerca del pozo más profundo de su angustia personal. Las dolencias físicas, como la insuficiencia renal y la gota crónica, arruinaron su cuerpo, y la depresión plagó su alma. En pocas palabras, él no necesitaba ni estaba preparado para el conflicto al que estaba por entrar. Retirar a la iglesia bautista más grande de Inglaterra de la Unión Bautista tendría graves consecuencias.

Sin embargo, Spurgeon entró en su estudio en Westwood con una pluma en la mano, y procedió a unirse a la batalla redactando el artículo de seis páginas.

Yo poseo el manuscrito original de seis páginas que Spurgeon escribió ese día en 1887. Es fascinante volver a leer sus palabras, escritas a mano, con sus marcas, alteraciones y énfasis. Irradia el espíritu de Pablo y la urgencia de guardar la fe. El primer párrafo especialmente ha pasado a la historia:

Ningún amante del evangelio puede ocultarse el hecho de que los días son malos. Estamos dispuestos a disminuir nuestros temores en cuanto a la timidez natural, la precaución de la edad y la debilidad producida por el dolor; pero, aun así, nuestra solemne convicción es que en muchas iglesias las cosas son mucho peores de lo que parecen ser y que tienden rápidamente a seguir decayendo. Lea los periódicos que representan a la Broad School of Dissent [la ancha escuela del desacuerdo; refiriéndose a los liberales] y pregúntese: ¿Hasta dónde podrían llegar? ¿Qué doctrina queda por abandonar? ¿Qué verdad adicional podría ser objeto de escarnio? Se ha iniciado una nueva religión, que es tan diferente al cristianismo como la tiza lo es al queso; y esta religión, desprovista de honestidad moral, se hace pasar por la antigua fe con ligeras mejoras, y con esta pretensión usurpa los púlpitos que se erigieron para la predicación del evangelio. La Expiación se explora, la inspiración de las Escrituras es ridiculizada, el Espíritu Santo se degrada a una influencia, el castigo del pecado se convierte en ficción y la resurrección en un mito, y, aun así, ¡estos enemigos de nuestra fe esperan que los llamemos hermanos, y mantengamos una confederación con ellos!

Spurgeon continúa:

La situación es triste. Ciertos ministros se convierten en infieles. Los ateos declarados no son ni una décima parte tan peligrosos como aquellos predicadores que esparcen dudas y apuñalan la fe (…) Alemania quedó incrédula por sus predicadores, e Inglaterra le está siguiendo el rastro.

De manera profética, Spurgeon argumentó que los verdaderos creyentes no pueden estar ministerialmente afiliados con aquellos que han comprometido la fe. Sus palabras anunciaron el cisma por venir. Spurgeon era una voz solitaria, pero era la voz más fuerte y venerada de todas, pidiendo fidelidad doctrinal por encima de la confederación pragmática.

La “Otra palabra sobre el Declive” de Spurgeon llegó como una bomba. Causó un terremoto entre la Unión Bautista y los evangélicos británicos. Reverberó en todo el mundo protestante.

Por décadas, la prensa había atacado a Spurgeon, pero ahora él sería ultrajado por su propia Unión Bautista. Antes de la Controversia del Declive, si la Unión Bautista hubiera tenido un papado, Spurgeon hubiera sido el incuestionado papa. Pero ahora, sus antiguos hermanos lo agredieron. Lo acusaron de pugilismo y de ser un cismático. Incluso, cuestionaron su cordura con una campaña de murmuración diciendo que sus enfermedades físicas lo habían vuelto loco. Los graduados del Colegio de Spurgeon se volvieron en su contra, y los líderes de la Unión Bautista lo ridiculizaron.

Después de aproximadamente dos meses, Spurgeon redactó otros dos artículos sobre el Declive en Sword & Trowel. Entonces, el 28 de octubre de 1887, Spurgeon escribió a la Secretaría General de la Unión Bautista, a Samuel Harris Booth, para anunciar su retiro de la Unión Bautista.

Tres meses después, en enero de 1888, el Concilio de la Unión Bautista votó para aceptar su retiro, y entonces, el Concilio de casi 100 miembros votó para censurar a Spurgeon, con solo unos escasos cinco hombres que apoyaron al Príncipe de los Predicadores.

La Unión Bautista adoptó un comprometido estatuto doctrinal, que era demasiado débil, ni lo suficientemente claro ni comprensible. Aunque estaba fuera de la Unión, Spurgeon se opuso a la declaración por sus obvias deficiencias. No obstante, se aprobó de manera avasalladora, con una votación de 2000-7, lo cual se puede interpretar apropiadamente contra un segundo voto contra Spurgeon. Más trágicamente, el hermano de Spurgeon, James, secundó la moción para aprobar la comprometida declaración doctrinal.

Spurgeon, el “León en Invierno”, fue profético, aunque no popular. Él dijo: “Estoy más que dispuesto a ser comido por los perros durante los siguientes cincuenta años, pero el futuro más lejano me revindicará”.

De hecho, Spurgeon ha sido vindicado. La Unión Bautista Británica es una sombra de lo que fue. Además, el Declive de Spurgeon presagiaba la Controversia Fundamentalista/Modernista de los 1920s y la gran Controversia de la Convención Bautista del Sur al final del siglo XX en Estados Unidos. La decadencia doctrinal siempre trae terribles consecuencias.

La controversia le costó caro a Spurgeon. Le costó sus amistades. Le costó su reputación. Incluso su propio hermano rechazó su decisión. Aun así, para Spurgeon, permanecer dentro de la Unión hubiese sido el equivalente a la traición teológica.

Menos de cinco años después, Spurgeon moriría. En contra de sus deseos previamente declarados, sus partidarios erigieron una enorme tumba en el Cementerio de Norwood. Escondido en el frente, debajo de la réplica de mármol a su semejanza, hay una Biblia de mármol abierta en 2 Timoteo 4:7. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”.

De hecho, Spurgeon guardó la fe, y su logro debe ser nuestra ambición: guardar la fe incluso cuando nos enfrentamos con nuestras propias controversias del declive.


Jason Allen ha sido presidente de Midwestern Baptist Theological Seminary en Kansas City, Missouri, desde el 2012, donde también es profesor de predicación y ministerio pastoral. Es autor de varios libros como The SBC & the21st Century (B&H Publishing) y Discerning Your Call to Ministry (Moody Publishing). Él y su esposa, Karen, son de Mobile, Alabama, y tienen cinco hijos.


Publicado originalmente en www.jasonkallen.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.