Posponer, rastrear, cubrir, informar, quedarse en casa, reestructurar, probar, cancelar. En los últimos seis meses, hemos escuchado estas palabras todo el tiempo. ¿Sin precedentes? ¿Nueva normalidad? ¿Qué tal disturbios, protestas, asesinatos, emboscadas? El 2020 no ha sido el plan A de nadie. ¡Yo tenía mi plan A! ¡Mis amigos lo tenían! ¡Estamos acabados! ¿Lo estamos?

Rara vez nuestra vida se da de la manera en que esperamos. Algunos de ustedes han perdido hijos por abortos espontáneos, por rebeldía o por sistemas judiciales corruptos. Algunos de ustedes luchan con la infertilidad. Quedaron viudos o abandonados. Tu cónyuge se apartó de la fe. Perdiste un trabajo o tu salud. Nada de eso era tu plan. Y ahora el 2020 parece un microcosmo de todas las cosas que no queremos —pandemia, confusión política, injusticia, y desastres naturales por encima de todo lo demás.

Me identifico un poco. Mi plan A no involucraba ir a la escuela por 26 años, ser chaparrita, ni vivir en el Sur de California. Todavía lamento no poder comer gluten y salsa por mis alergias. No esperaba estar soltera todavía, y pensé que pasaría el resto de mi vida en la educación superior.

Las curvas que enfrentamos en la vida son inesperadas. Los planes cambiantes son confusos e incómodos, y a menudo atravesamos este caos aferrándonos desesperadamente al plan A.

La pandemia, estos cambios, el orden de “quedarse en casa”, esa escuela en casa, estos no son hechos aleatorios de un universo que lanza una moneda al aire ni un guiño al destino incierto. El cambio es un incómodo regalo de un buen Dios para nuestra transformación y su gloria.

Toma un momento y lee Santiago 1. ¿Buenos regalos, te preguntas? ¿Dios está dando buenos regalos? ¿El sufrimiento es un buen regalo? ¿Y a dónde nos lleva? A la bendición y corona de vida. La bondad de Dios para con nosotros es evidente cada día incluso en el dolor —o especialmente en el dolor— enseñándonos a desprendernos del plan A para aferrarnos solo a Él.

Más adelante, en Santiago 5, somos exhortados:

“Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor” (Stg. 5:8-10).

Piensa un momento sobre la vida de algunos profetas:

Ezequiel —¿qué clase de necio debió parecer? Fue exiliado, le dijeron que se cortara parte de su cabello, su esposa murió, pero se le ordenó que no se lamentara. Dios le hizo construir un modelo de Jerusalén y colocar rampas de asedio contra los muros. Se recostó de lado por semanas y cocinó su comida con combustible no kosher. ¿Qué había pasado? ¿Cómo considerarlo a él nos ayuda a ser pacientes en nuestro escenario actual?

O piensa en Oseas. ¿Qué pasó con Oseas? ¿Ve y toma a una esposa… promiscua y adúltera? Luego deja que te abandone. Entonces ve y cómprala del mercado de esclavos y restáurala a tu lado. ¿Qué aprendemos al considerar la vida de este miserable profeta?

Dos pensamientos a considerar.

Antes que nada, estos profetas estaban en sintonía con la Palabra de Dios. Sin una clara dirección en la incomodidad y el desorden, el plan B nunca será preferible a nuestros ojos. Pero con la Palabra de Dios frente a nosotros diariamente, podemos recordar la fidelidad previa de Dios, deleitarnos en su continua provisión, y confiarle nuestra vida a su bondad. El plan B comienza a desarrollarse a la luz de la belleza y la gracia de Dios.

Segundo, los profetas vivieron a la expectativa de la obra de Dios. A través de años de exilio o encarcelamiento, los profetas se mantuvieron esperando la salvación de Dios. La familia de Oseas probablemente tuvo una vida de desgracia. Ezequiel nunca regresó a la tierra prometida, pero ambos sabían que Dios estaba actuando y que podían confiar en Él.

El plan B es incómodo, doloroso, trágico, pero con el tiempo, ¡nuestra esperanza segura es que nuestro buen Dios lo hará más hermoso de lo que nos podamos imaginar!


Dr. Lisa LaGeorge sirve como Directora en la CHF Academy de Children’s Hunger Fund en Sylmar, CA. La misión de este ministerio es llevar esperanza a los niños que sufren, equipando al as iglesias locales con ministerios centrados en el evangelio y la misericordia.


Publicado originalmente en www.lisalageorge.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.