LEE PROVERBIOS 5, 7 y 9
“Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas.” (Pr. 5:21).
Escuché una estadística cómica: “95% de los hombres luchan con la lujuria; el otro 5% con la mentira”. Lo que no es gracioso es la realidad de que cada hombre lucha con el deseo sexual. Dichosamente, la Escritura no se cohíbe al abarcar el problema de la lujuria. No hay pasaje bíblico más saturado de enseñanza acerca del deseo sexual que Proverbios 5-9. No tenemos espacio aquí para estudiar a fondo estos proverbios, pero después de leerlos, considera algunas lecciones básicas que te ayudarán en tu lucha contra la lascivia.
Evita las circunstancias tentadoras. El simple de Proverbios 7 o es peligrosamente ingenuo o descaradamente audaz. Está donde no debe cuando no debe (Pr. 7:6-9), posiblemente por la emoción de invitar a la tentación. Probablemente has estado allí. Proverbios 5:8 nos advierte que debemos alejarnos de la tentación cuando sea posible. Evita lugares (¿cierta tienda?), circunstancias (¿desvelarte solo?), y personas tentadoras (¿una mujer atractiva en el trabajo?).
Elimina el anonimato y busca rendir cuentas. Parte del problema del simple es que está solo. Tal soledad es aún más peligrosa hoy con la atracción de la pornografía en internet. Hombres que se aterrorizarían al entrar a una librería para adultos o a un club de caballeros (ambos absurdamente mal-nombrados), pueden navegar en internet secretamente. Si tomas en serio la pureza, elimina tal anonimato. No intentes enfrentar la lujuria solo. Busca el discipulado con hombres cristianos fieles, idealmente los líderes de tu iglesia. Pide oración. Consigue un programa para tu computadora que limite y reporte tu actividad en internet a alguien más. Sé transparente. La lujuria es un pecado “en las tinieblas” que se enfrenta mejor en la luz del compañerismo cristiano responsable (Gá. 6:1).
Ve más allá del engaño. Todo lo relacionado con la lujuria es mentira. Las palabras de la tentadora son “blandas” (Pr. 5:3; Pr. 6:24; Pr. 7:5). Ella halaga a su víctima, apelando a su orgullo (Pr. 7:13-15, Pr. 7:21). Finge ser religiosa, para que él se sienta menos sucio por su respetabilidad falsa (Pr. 7:14). Promete placer sin consecuencias (Pr. 7:16-20; Pr. 9:17). Sin embargo, Proverbios advierte repetidamente acerca de la angustia inevitable que la sensualidad trae (Pr. 5:4-6, Pr. 9-14; Pr. 6:26-35; Pr. 7:21-27; Pr. 9:18). La dulzura momentánea del pecado se torna rápidamente en amargura duradera (Pr. 5:3-4), y aun en destrucción eterna (Pr. 5:5; Pr. 9:18).
Disfruta el sexo con tu esposa. Para los que están casados, la intimidad matrimonial gratificante es parte de la estrategia bíblica para preservar la pureza moral (Pr. 5:15-19; 1 Co. 7:1-5).
Teme a Dios. Aunque los efectos “horizontales” de la sensualidad nos dan mucho que pensar, Proverbios 5 culmina sus advertencias contra la lujuria con el factor “vertical” del versículo 21. Dios lo ve todo—hasta el historial de navegación que borraste. El temor de Jehová es clave para apartarte del mal (Pr. 16:6).
Deléitate en Cristo. La mejor forma de luchar contra la lujuria no es externa, aunque los filtros de computadora y el rendir cuentas a alguien más tengan su importancia. La lascivia es un asunto del corazón, y requiere una solución del corazón. Lo que el simple de Proverbios 5-9 necesitaba era la sabiduría del Evangelio (Pr. 5:1-2; Pr. 6:20-23; Pr. 7:1-4; Pr. 8-9). El Evangelio nos rescata del pecado tanto al librarnos de su poder (Ro. 6) como al exceder su placer. Nota cómo la Dama Sabiduría del capítulo 9 usa el mismo lenguaje de placer que la adúltera (Pr. 9:1-6, Pr. 13-18). Esto es significativo. No solo nos aleja del banquete del pecado; nos invita al banquete del Evangelio. No solo huimos del tentador; seguimos a Jesús, Sabiduría encarnada (Mt. 12:42; 1 Co. 1:24). Huimos de las pasiones juveniles al seguir la justicia (2 Ti. 2:22). Hermanos, luchen contra el pecado deleitándose en Cristo, el único que puede satisfacer.
Permite que el Evangelio provea placeres que sobrepasan la sensualidad. —Chris
Este artículo proviene de “Meditaciones del Evangelio para Hombres”, un devocional de 31 días que puede adquirir en Church Works Media.