La Biblia hace algunas asombrosas promesas sobre la oración. Y pocas son más impactantes que la declaración descarada de Jesús en Mateo 7:7-8:
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
El punto de Jesús aquí es animarnos a venir ante el trono de gracia con confianza. Como Juan Calvino observó: “Nada está adaptado para emocionarnos más sobre la oración que una convicción de que seremos escuchados”. En contraste, seguramente nada está mejor adaptado a desalentar nuestras oraciones que la continua convicción de que no seremos escuchados. Cuántos de nosotros, si somos honestos, diríamos que muchas veces nuestro pensamiento es más como: “¿Por qué pedir, cuando probablemente no se me dará? ¿Por qué buscar, cuando probablemente no hallaré? ¿Por qué tocar, cuando probablemente no se me abrirá?”.
Esto no te hace exactamente querer poner tu alarma para levantarte temprano y orar, ¿verdad? ¿Por qué perder el tiempo orando si la respuesta siempre es no? Tales promesas descaradas tienen el propósito de animarnos a orar.
Incluso, esas promesas descaradas también generan la pregunta obvia: “Entonces, ¿cómo explicas el hecho de que he pedido, y con seguridad no se ve como que haya recibido algo? He buscado, y no parece que haya encontrado nada. He tocado, y la puerta no se ha abierto”. Todos nos hemos sentido de esta manera, ¿no es así? Entonces, ¿cómo explicamos estas “oraciones sin respuesta” siendo que Jesús dijo que “todo aquel que pide, recibe”?
La Biblia provee al menos cuatro respuestas:
1. TAL VEZ NOS FALTA FE
Permíteme ser claro en que esta no siempre es la explicación. Pero es al menos una explicación posible, porque Santiago 1:5-8 dice:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
No deberíamos simplemente asumir nuestra falta de fe si nuestras oraciones no son contestadas. Pero tampoco debemos ignorar esta posibilidad. ¿Dudamos del poder de Dios, de su bondad o generosidad? ¿Dudamos si deberíamos pedir lo que estamos pidiendo? Si es así, necesitamos aclarar nuestra mente con una mejor visión de Dios y su voluntad, para que podamos orar con mayor confianza.
2. TAL VEZ DIOS QUIERE ENSEÑARNOS A PERSEVERAR
El pasaje clásico aquí es Lucas 18, la parábola de la viuda persistente. En la parábola, hay una viuda pidiéndole a un juez por justicia. El juez en realidad no está interesado en la súplica de la viuda, pero ella continúa pidiendo y buscando y tocando. Entonces finalmente, él dice, “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Lc. 18:4-5).
El punto aquí no es que a Dios no le importe, pero si lo acosamos hasta la muerte, finalmente se dará por vencido y contestará. Más bien, es uno de esos argumentos de “Cuánto más”. Si un juez injusto actuaría de esta manera, ¡cuánto más un juez justo! El punto de la parábola es que Dios quiere que seamos persistentes. Así es como Lucas inicia la historia: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lc. 18:1).
El punto es continuar pidiendo, continuar buscando, y continuar tocando. No te rindas. Dios no quiere que nos quedemos en el nivel de alguien que corre 150 metros y luego jade sin aliento sobre cómo no puede ir más lejos. Él quiere que nos convirtamos en corredores de maratones en cuanto a la oración. George Mueller oró por un grupo de gente por 50 años antes de que finalmente fueran salvos, y algunos de ellos no fueron salvos hasta poco antes de morir. Pero él no se rindió. Y tampoco deberíamos hacerlo nosotros. (Ve también Lucas 11:1-10).
3. TAL VEZ ESTAMOS PIDIENDO CON MOTIVACIONES EQUIVOCADAS, Y DIOS NO QUIERE HONRAR ESO
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios (Stg. 4:3-4).
Algunas veces nuestras oraciones son simplemente adúlteras. En lugar de ser fieles a Dios, queremos mantener una aventura amorosa con el mundo por un lado y queremos mantener a Dios como un sugar daddy para financiar nuestras citas impuras.[1] Y la respuesta de Dios es: “¡No lo creo! ¡No obtendrás nada de mí!”. Dios es serio en cuanto a la lealtad. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Stg. 4:5).
Esta razón para las oraciones no contestadas es tal vez la más impactante. Pero esta es solo porque el encanto adúltero del mundo no se presenta en sí mismo como ilícito, sino como inocente. La cosa que estamos pidiendo pareciera ser inocente en sí misma (por ejemplo, un carro, una casa, un cónyuge), pero tal vez la queremos demasiado, o por la razón equivocada. Nuestro deseo por cosas inocentes podría convertirse en idolatría. Y cuando eso ocurre, una oración contestada ya no sería el don de un Padre dadivoso, sino la acción habilitadora de un esposo engañado. Entonces, si nuestras oraciones no están siendo contestadas, debemos examinar nuestro corazón y pedirle a Dios que nos muestre si tenemos motivaciones adúlteras.
4. TAL VEZ NECESITAMOS APRENDER A CONFIAR EN EL CARÁCTER DE NUESTRO PADRE
Desde el principio, Satanás nos ha vendido la idea de que Dios es un tacaño que se guarda sus buenos regalos. Él dice “no” todo el tiempo porque no quiere que seamos sabios, felices o plenos. Él ignora nuestras oraciones porque no es bueno y no nos ama.
Jesús confronta esta mentira en Mateo 7:9-11:
“¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”.
Si te cuesta orar porque crees que Dios no es bueno o no te ama, Jesús básicamente pregunta: “¿Tienes hijos? Bien. ¿Amas a tus hijos? ¿Quieres lo mejor para ellos? ¿Disfrutas regalarles buenas cosas? ¿Amas ver su sonrisa en sus rostros cuando los sorprendes con un regalo? ¿Conmueven tu corazón cuando te piden algo bueno porque confían en ti y creen que se los darás?”.
¿Por qué contestaste a todas estas preguntas con un sí? Respuesta: porque eres un buen papá (o buena mamá). Pero aquí está lo que necesitas entender: hay un Padre en el cielo que es infinitamente mejor que tú. Comparado con Él, tú eres malvado. El padre más tierno y compasivo en el mundo es malvado y frío comparado con Dios. Como Mateo Henry expresa: “Si todas las compasiones de todos los tiernos padres en el mundo fueran acumuladas en el corazón de uno, incluso así comparadas con las tiernas misericordias de nuestro Dios, serían como una vela ante el sol, o un charco ante el océano”.
Esa es la razón por la que Él ama dar buenos regalos a sus hijos. Porque Él es en buen Padre por excelencia.
Pero eso funciona en ambas rutas cuando se llega al tema de contestar nuestras oraciones. Porque como cualquier padre sabe por experiencia, un buen padre no siempre dice sí a las peticiones de sus hijos. Es verdad que Él no retiene ninguna cosa buena (Sal. 84:11). Pero también es cierto que nosotros no siempre sabemos pedir lo que es bueno. Usando la analogía de Jesús, ¿no sabemos que los hijos a veces piden cosas que ellos no pedirían si lo pensaran mejor? ¿Qué haces en esas situaciones? Respuesta: tú dices no —no porque no los ames, sino porque ¡lo haces!
Acaso no todos hemos experimentado el ver hacia atrás y pensar: “Estoy tan agradecido porque Dios no me diera lo que pedía en ese entonces! No sabía de lo que estaba hablando”. En palabras del cantante Garth Brooks: “A veces agradezco a Dios por las oraciones no contestadas”.
Deberíamos estar agradecidos de que Dios no es una máquina expendedora sin pensamientos ni sentimientos que solo saca una bebida basado en el botón que apretamos. Porque a veces presionamos el botón equivocado por accidente. ¿Acaso no todos lo hemos hecho? Queremos una Coca-Cola y accidentalmente presionamos el botón de Dr. Pepper. A la máquina no le importa; solo saca el Dr. Pepper porque ni sabe ni le importa lo que realmente querías, solo sabe lo que presionaste.
La oración no es así. John Broadus observa que “es en realidad parte del privilegio de la oración, que Dios se retendrá, si lo considera mejor. Si este no fuera el caso, las personas más sabias y mejores usualmente serán lentas al pedir, porque saben con qué frecuencia su juicio sobre lo que era mejor ha resultado erróneo”.
Si Dios fuera una despreocupada máquina de Coca-Cola que automáticamente te da lo que le pides, eventualmente te daría miedo pedir. Pero Él no es así, entonces no debemos temer. Es un privilegio orar a alguien que es infinitamente más sabio que nosotros. Que nos conoce mejor que lo que nos conocemos a nosotros mismos. Y que nos ama más de lo que cualquier padre humano pudiera amarnos.
Esa es la razón por la que podemos pedir seguros cualquier cosa que parezca buena acorde a su voluntad. No solo porque sabemos que ama darles buenos regalos a sus hijos, sino también porque nosotros podemos saber que si Él dice no, es porque nos ama y tiene algo mejor. Si no es ahora en esta vida que se evapora, entonces cuando la última era venga. (No cometas el error mundano de pensar que tu felicidad en esta vida es lo que más importa). Todas las cosas obran para bien para aquellos a quien Dios ama, incluyendo las oraciones no contestadas.
ORAR ES UNA SITUACIÓN SIN-PÉRDIDAS
Al final del día, el cristiano que ora es un ganador sin importar nada. Tu oración podría ser contestada bastante rápido (una victoria clara). Si no es así, entonces tienes la oportunidad de arrepentirte de tu fe débil o motivaciones impuras (también una victoria), o tienes la oportunidad de aprender a perseverar (también una victoria), o puedes darte cuenta de que tu Padre amoroso debe tener algo mejor para ti que lo que tú le pediste (también una victoria).
Jesús quiere animarnos a orar. Y qué mejor ánimo podríamos pedir que darnos cuenta que no podemos perder.
[1] La expresión sugar daddy se refiere a una persona mayor que mantiene relaciones sexuales con otra persona de mucho menor edad (un sugar baby), beneficiándola por medio de regalos o dinero.
Justin Dillehay sirve como pastor y maestro en Grace Baptist Church en Hartsville, TN, donde ha sido miembro desde 2006. Es un graduado de Southern Baptist Theological Seminary.
Publicado originalmente en www.justinandtilly.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.