¿Qué es más grande: un pedacito de paja o una viga? Obviamente la viga. Entonces, ¿cuál es más fácil de ver? Respuesta obvia.
¿Conoces el pasaje en Mateo 7 donde Jesús usa esta metáfora?
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt. 7:1-5).
Juzgar es “determinar si un hecho es contrario a la ley y sentenciar lo procedente” (RAE). También puede significar formar una opinión acerca de alguien y sus acciones.
¿Te gusta juzgar? A mí me encanta. Pocas cosas me dan un sentido de superioridad y autoconfianza como determinar en mi mente que alguien se ha equivocado y sentenciarlo (en mi imaginación por lo menos). Esto es especialmente grato si es alguien que me ha criticado en el pasado.
¿Cuál es el problema con esto? Jesús menciona varios:
Seré juzgado con el mismo juicio que yo juzgo. Piensa cuidadosamente en la manera en que tú juzgas a otros. ¿Realmente deseas que otros te juzguen de esa misma manera? Jesús dice que así será. Creo que la mayoría reconocemos que es una regla de la vida. A los más criticones, se les critica más. Es el otro lado de la moneda de la regla de oro. En otras palabras, tu vida será más difícil y tus relaciones interpersonales estarán llenas de problemas.
Al juzgar a otros, dejo de juzgarme a mí misma. El ejemplo parece ridículo, pero trata de imaginar por un momento a tu amiga frente al espejo intentando sacar un pedacito de paja que se le metió ahí, y tú queriendo ayudarle con una viga, tipo poste de teléfono, saliendo de tu ojo. Es una imagen absurda. Y así debe ser. Se me debe hacer absurdo pensar que yo puedo criticar o juzgar, determinar si alguien ha hecho algo contrario a la ley, cuando yo cargo con problemas tan grandes y graves que no puedo ni ver. El orgullo de mi corazón, que me hace enfocarme en los errores de otros, produce ceguera espiritual en mí.
Desatender mi pecado hace imposible que yo ayude eficazmente a otros. Nota que Jesús no dice que no puedo ayudarle a mi hermano a sacar la paja de su ojo. ¿Cuál es la instrucción clara del Señor? Primero, saca la viga de tu propio ojo, y así podrás ver bien como para sacar la paja de su ojo. Claro, yo puedo seguir adelante en mi orgullo con mi viga colgando, arrasando con todos y dejándoles más dolidos y dañados. Pero si genuinamente deseo ayudar a otros a vencer su pecado y ser más como Cristo, es indispensable tratar primero con mi propio pecado.
Al ver el pecado de otro como grande, y mi pecado como pequeño, distorsiono la realidad. ¿Te diste cuenta de que, en esta metáfora, Jesús no permite la posibilidad de una viga en el ojo de mi hermano? Pero la realidad es que yo veo vigas por todos lados, menos en mi propio ojo. Mi tendencia es ver mi pecado como una paja y el pecado de otro como una viga. Debería ser al revés. Mi pecado debe verse más grande para mí misma que para cualquier otro que me observa. Y yo debo ver el pecado de otro más pequeño de lo que probablemente es en realidad. Hay dos conceptos que me ayudan con esto: humildad y misericordia.
Humildad: la cualidad que me permite ver mi pecado por lo que realmente es y tratar con él.
Misericordia: la cualidad que me permite ver el pecado de otro con ojos de amor, dándole el beneficio de la duda y confrontándole con compasión cuando sea necesario.
Esta metáfora de Jesús tiene mucha enseñanza para los que somos criticones por naturaleza. La próxima vez que creas ver una viga o una paja en el ojo de tu hermano, detente y examínate, y quita la viga de tu propio ojo. Cuando ya puedas ver bien, igual y te das cuenta que tu hermano ya no trae nada…