Pastor, ¿te gustaría encontrar un formato inspirado por Dios para tus mensajes? Aquí lo tienes:

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16-17).

Los elementos básicos de un mensaje bíblico se encuentran en este pasaje. Pablo no solamente nos exhorta a predicar (2 Ti. 4:2) sino que también nos indica qué debemos predicar, para qué lo debemos predicar, y cómo lo debemos predicar.

¿PARA QUÉ PREDICAMOS?

La predicación bíblica tiene dos metas: “hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:15), y “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:17). Las dos metas de cada predicación son (1) la salvación —que el oyente pueda creer en Jesús como su Salvador personal— y (2) la santificación —que el creyente pueda obedecer a Dios en cada área de su vida—.

¿CÓMO DEBEMOS PREDICAR?

Existen cuatro elementos básicos en la predicación bíblica: enseñar (explicar el texto), redargüir (convencer de pecado), corregir (apuntar al camino correcto), e instruir en justicia (mostrar cómo seguir el camino correcto).

ENSEÑAR: Explicar el texto

En primer lugar, la predicación de la Palabra de Dios salva y santifica por medio de la enseñanza. Para enseñar el contenido de la Biblia, hay que estudiar la Biblia. Por eso, 2 Timoteo 2:15 nos manda: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. “Usar bien” la Palabra requiere estudiar el texto en su contexto histórico, literario y bíblico, buscando descubrir el significado original del autor humano y la intención del Autor Divino. No podemos aplicar el texto sin preguntarnos qué dice realmente. Esto requiere esforzarnos por dejar a un lado nuestras ideas preconcebidas y permitir que el texto hable por sí solo.

Redargüir: Convencer de pecado

Mientras que algunos pasan muy poco tiempo enseñando el pasaje, otros se van al extremo opuesto: enseñar demasiado. Abundan en cultura, geografía, e idiomas originales, sin mostrar cómo el pasaje ayuda al oyente a creer para salvación o crecer en santificación. Juan Calvino, en su comentario sobre 2 Tim. 2:15, dice que “usar bien la palabra de verdad” significa explicar el texto con el fin de edificar.[1] Sin este enfoque, la congregación llega a conocer muy bien lo que dice el texto, pero no sabe por qué fue escrito. Por tanto, después de enseñar el pasaje, tenemos que redargüir. Debemos explicar el pasaje en su contexto con un fin muy específico: identificar el pecado que este pasaje confronta.

Después, tenemos que convencer a nuestra audiencia de este pecado. Por supuesto, no podemos cambiar sus corazones. Pero podemos usar el espejo de la Biblia para mostrarles su pecado. Debemos usar nuestra espada, la Biblia, para abrir sus corazones y sacar a la luz sus pecados secretos, su codicia, su lujuria, su hipocresía, etc. Solamente cuando dejemos que la Palabra de Dios confronte el pecado llegará el arrepentimiento, el perdón, y la santificación.

Corregir: apuntar al camino correcto

Con seguridad, alguna vez has sido convencido de tu pecado en algún sermón. Te pusiste de rodillas en humilde arrepentimiento y, levantándote, te preguntaste: “¿y ahora qué?”.

No podemos dejar al creyente arrepentido sin esperanza. Hay que llevarle a la cruz de Jesús, pero no dejarle allí, llorando por un Salvador muerto. En Gálatas 2:20, Pablo dice que se considera a sí mismo crucificado con Jesús, pero también resucitado con Él. En la vida del creyente arrepentido vive el Espíritu Santo todopoderoso, todo sabio y todo amor. Dios no solamente condena al pecador en la cruz, Dios resucita al pecador a una nueva vida.

Hay que apuntar al creyente arrepentido a la promesa de su nueva identidad, su nueva justicia, su nueva manera de vivir, su nueva familia y su nueva eternidad con Dios.

Tenemos que recordarles de las misericordias de Dios para que se presenten como sacrificios vivos a Dios (Ro. 12:1) y alentarlos a vivir dignos de la vocación con que fueron llamados (Ef. 4:1) para que pongan su mirada en las cosas de arriba (Col. 3:1).

Instruir: mostrar cómo seguir el camino correcto

Este elemento abarca la instrucción práctica de cómo hacer buenas obras. Temo que, muchas veces, la razón por la que no instruimos a nuestras congregaciones con maneras prácticas de cómo leer la Biblia de una manera provechosa; de cómo orar de una manera más significativa; o de cómo vencer la pornografía o la ira es que nosotros nunca lo hemos hecho, y no sabemos cómo hacerlo.

Una de dos: nunca has sido esclavo de ese pecado o todavía eres esclavo de ese pecado. Pero, sea cual sea la situación, no sabemos cómo ayudar a alguien a crecer en sus disciplinas espirituales o a vencer algún pecado en particular.

La santificación es un tema demasiado amplio como para cubrirlo en este artículo, pero te puedo recomendar dos libros gratuitos que pueden guiar tu estudio bíblico de la santificación. El autor de ambos es J.C. Ryle. El primero, y más corto, de ellos se llama Pensamientos para hombres jóvenes”. El segundo es un libro muy largo, pero los primeros capítulos pueden bastar para ser de ayuda. Su nombre es La Santificación”.

Lo que sí te puedo decir en este artículo es que Dios siempre dice la verdad. Dios nos promete que su Palabra es suficiente para hacernos “enteramente capacitados para toda buena obra” (2 Ti. 3:17). Por tanto, la aplicación práctica de la Palabra de Dios para instruir al hombre de Dios en cómo orar, leer la Biblia, evangelizar, vencer el pecado, etc., es una labor muy importante en la predicación bíblica.

CONCLUSIÓN

Defendemos la inspiración de la Biblia y su suficiencia, pero ¿nuestra predicación demuestra el poder y la utilidad de la Palabra de Dios? ¿De veras creemos el versículo que todos hemos memorizado y predicado? “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”.


[1] “Pablo contrasta todas estas faltas con el tiempo ‘usando bien’, o sea, con la manera de explicar que se adapta a la edificación; pues esa es la regla por la cual debemos probar toda interpretación bíblica” (http://biblehub.com/commentaries/calvin/2_timothy/2.htm, recuperado el 27 octubre de 2017).