Cuando te olvidan, te descuidan o te dejan en ridículo, y no te duele, sino que tu corazón es feliz, siendo contado por digno de sufrir por Cristo.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando hablan mal de lo que haces bien, cuando te llevan la contraria, menosprecian tu consejo, ridiculizan tu opinión, y tú te niegas a dejar crecer ira en tu corazón, o incluso a defenderte, pero tomas todo con paciencia, amor silencioso.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando soportas con amor y paciencia cualquier desorden, irregularidad, impuntualidad, o molestia; cuando te enfrentas cara a cara con el despilfarro, la locura, la extravagancia, la insensibilidad espiritual y lo soportas como Jesús lo soportó.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando te contentas con cualquier comida, cualquier ofrecimiento, cualquier clima, cualquier sociedad, cualquier vestido, cualquier interrupción que esté en la voluntad de Dios.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando no buscas que la conversación se centre en ti, o conmemorar tus buenas obras, o no deseas ser reconocido, cuando amas verdaderamente el ser un desconocido.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando puedes ver a tu hermano prosperar y satisfacer sus necesidades, y regocijarte honestamente en tu espíritu con él sin tener envidia, sin cuestionar a Dios, cuando tus propias necesidades son aún mayores y tus circunstancias son desesperantes.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

Cuando puedes recibir corrección y reprensión de otro que tiene menor rango que tú, y puedes someterte humildemente —interna y externamente—, sin encontrarse en ti rebelión o resentimiento brotando en tu corazón.

ESO ES MORIR A TI MISMO.

¿Estás muerto? En estos últimos días, el Espíritu desea llevarnos a la cruz.

«A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte» (Fil. 3:10).


Escrito por Bill Britton.