En una cultura evangélica dominada por mega-iglesias y predicadores celebridad, muchos pastores hoy están tentados a medir el éxito de sus ministerios solamente en términos de números. Desde capacidad económica hasta edificios y ventas de libros, mientras más, mejor. Y la asistencia dominical es la cuestión fundamental. En contraste, la Escritura nos dice que el verdadero éxito en el ministerio no se calcula por las habilidades de un hombre para acumular y conservar multitudes (Jn. 6:1-67). El verdadero éxito se mide en la fidelidad a Dios (1 Co. 4:2).
Esto genera una pregunta importante. ¿Qué exactamente está buscando Dios en un pastor? ¿Cuál es el criterio por el cual Él mide la fidelidad de un hombre en su ministerio? A continuación haré un breve resumen de la enseñanza bíblica sobre lo que Dios está buscando en un pastor. Es verdad que diferentes hombres tienen diferentes fortalezas y debilidades, y por ello algunos líderes pueden mostrar mayores aptitudes en algunas de estas áreas que otros. Pero estas siete características de un pastor fiel sirven como un estándar divino de lo que el Señor espera de todo aquel que es llamado a pastorear su rebaño.
UN CONSISTENTE EJEMPLO DE SANTIDAD
Primero y más importante, un pastor fiel debe ser irreprensible en su carácter (1 Ti. 3:1-7; Tit. 1:5-9), un consistente modelo de santidad para la gente que está pastoreando (1 Ti. 4:12; 1 P. 5:3). Si el rebaño no puede mirarlo como un ejemplo de madurez espiritual (He. 13:7), no es apto para el oficio, siendo incapaz de liderar a la gente en una dirección que él mismo no está persiguiendo activamente. Sencillamente, un hombre que predica una cosa y vive otra es inconsistente. No se puede confiar en él ni debería ser seguido, porque no puede decir con convicción: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9).
El requisito no es perfección absoluta, pero el pastor debe ser un hombre cuya vida es digna de imitar, un hombre que pueda hacer eco de las palabras de Pablo: “Sed imitadores de mí” (Fil. 3:17), y “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Desde su fidelidad como esposo y padre, hasta el fruto del Espíritu en su vida, él debe ser un ejemplo de consistencia espiritual, libre de cualquier mancha que dañe su reputación o ponga en duda su carácter. Si el pastor no es un fidedigno ejemplo de santidad, nada más importa.
UN DILIGENTE ESTUDIANTE DE LA ESCRITURA
El pastor es un hombre bajo autoridad, y esa autoridad es la Palabra de Dios. Por esta razón, él no es libre para vivir su vida, formular su doctrina, predicar sus sermones, o pastorear su gente acorde a su propia sabiduría. En su lugar, un pastor fiel debe ir a las Escrituras, reconociendo humildemente que ellas son la infalible revelación de Dios mismo y, por eso, son la última y suficiente autoridad sobre todo en la vida y el ministerio (2 Ti. 3:16-17).
La humildad ante las páginas de la revelación divina obligan al pastor fiel a procurar con diligencia presentarse a Dios aprobado, “como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15). En el proceso de trabajar con el texto de la Escritura, debe discernir no solo su significado original, sino también el significado para su vida, su doctrina, y su ministerio como hombre de Dios. Un estudio diligente no es fácil, pero su recompensa bien vale la pena.
UN FIEL PREDICADOR DE LA PALABRA
En una era llena de personas con comezón de oír (2 Ti. 4:3-4), pocas cosas son tan críticas como un inquebrantable compromiso con predicar la Palabra de Dios (2 Ti. 4:2). Por esta razón, un pastor fiel debe consagrarse a la tarea de la exposición bíblica. La predicación expositiva puede definirse como la proclamación autoritativa de la Escritura en la que el predicador claramente expone el significado original del texto bíblico y brinda las implicaciones de esta verdad atemporal para influir en la vida de las personas.
Para proclamar este significado original con autoridad, el predicador debe, primero, entender ese significado con precisión. Por esto, el expositor fiel debe, primero, pasar muchas horas en su estudio como exegeta (2 Ti. 2:15) antes de estar listo para esa hora en que estará en el púlpito como predicador (2 Ti. 4:2). Una vez detrás del púlpito, su predicación debe estar marcada por su fidelidad al texto bíblico (2 Ti. 4:2) y claridad en su comunicación (Col. 4:2-4). Al confiar en el Espíritu Santo para transformar las vidas de aquellos que oyen, el predicador fiel debe exhortar a las personas a vivir la verdad que está siendo proclamada por él (2 Ti. 3:16-17; 4:2; Tit. 2:15). Cualquier cosa menor a la predicación expositiva hará que el pueblo de Dios se quede corto y falle al seguir el mandato divino.
El día de mañana se publicará la segunda parte de este artículo, con las cuatro marcas restantes que Dios está buscando en un pastor.
Matt Waymeyer enseña en The Master’s Seminary desde el 2010. Fue ordenado al pastorado en Grace Community Church en el 2003. Él y su esposa, Julie, viven en Castaic, California, y tienen cinco hijos.
Publicado originalmente en www.thecripplegate.com. Este artículo ha sido traducido y usado con permiso.
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