“¡Solo se vive una vez!”.
Este clamor se usa para justificar un sinfín de decisiones como un trago más, dormir hasta tarde ignorando las responsabilidades, comer otro postre, dejar los estudios para viajar, abandonar amistades difíciles para no batallar, disfrutar todo el placer sexual que puedas…
O quizás has escuchado la versión “cristiana”:
“Dios no quiere que sufras. ¡Él quiere que disfrutes la vida!”.
Lamento decepcionarte, pero debo decirte la dura verdad. ¡Esa filosofía no está en la Biblia! De hecho, es tan contraria a la enseñanza bíblica que podríamos decir que es diabólica. Sé que esto suena muy fuerte, pero Satanás desea alejarnos de Dios de cualquier manera posible, y esta es una de sus herramientas más poderosas.
El deseo de gratificación (o satisfacción) es natural. Dios nos hizo como criaturas hambrientas y necesitadas de Él, y el pecado ha corrompido ese diseño haciéndonos buscar satisfacción en otras cosas. Este problema es tan grande para nosotros que Dios lo ha combatido a lo largo de su Palabra. Quisiera indicarte dos temas que se repiten a través de toda la Biblia, que exponen el mito de la gratificación instantánea y nos ayudan a combatirlo día tras día.
Esperar es esencial para la bendición
Dios nos dice tantas veces y de tantas maneras que debemos tener paciencia y esperar para poder experimentar bendición. Permitiré que la Biblia hable por sí misma. Por favor, lee estos pasajes detenidamente:
Esperar cuando ves que otros traman y parecen prosperar:
“Confía callado en el Señor y espérale con paciencia; no te irrites a causa del que prospera en su camino, por el hombre que lleva a cabo sus intrigas” (Sal. 37:7).
Esperar para ser exaltado y tener herencia:
“Espera en el Señor y guarda su camino, y Él te exaltará para que poseas la tierra; cuando los impíos sean exterminados, tú lo verás” (Sal. 37:34).
Esperar por Dios mismo:
“Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana” (Sal. 130:5-6).
Esperar para tener fuerza:
“Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Is. 40:31).
Esperar su venida, que será la máxima gratificación:
“Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Stg. 5:7-8).
Sufrir es necesario para la satisfacción
Este concepto es más difícil que “esperar”. Es tan ilógico para nuestras mentes finitas humanas concebir que “sufrir” pudiera resultar en algo bueno. Pero Dios nos recuerda vez tras vez que en su vocabulario divino, “sufrir” es igual a “satisfacción”.
El sufrimiento produce un carácter piadoso que puede experimentar el profundo amor de Dios:
“Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:3-5).
El sufrimiento trae comprensión de los propósitos de Dios y su bendición:
“Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo, y misericordioso” (Stg. 5:11).
El sufrimiento es necesario para que Dios nos transforme y nos consuele:
“Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá” (1 P. 5:10).
El sufrimiento resulta en gozo y abundancia para que no nos falte nada:
“Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (Stg. 1:2-4).
La verdad declarada en estos, y muchos pasajes más, es esta: Dios desea que experimentemos suprema satisfacción y gozo. Pero, quiere que lo hagamos a Su manera. Esta es la fórmula que Él nos ha dado:
Cuando estamos dispuestos a esperar en obediencia y a sufrir con gozo, sin tomar los atajos del placer del momento, llegaremos a experimentar la satisfacción completa y total en Él.
Una versión de este artículo fue publicado en Aviva Nuestros Corazones.