¿Cuántos adolescentes asisten a tu iglesia? ¿Cuántos de ellos están comprometidos con el Señor? Posiblemente, no muchos. Creo que esta es una situación bastante recurrente en las iglesias. Muchos niños llegan a la iglesia invitados a una actividad especial y permanecen allí durante su niñez. Son atraídos por cantos, juegos, y manualidades de las famosas “Escuelitas Bíblicas de Verano”, pero, al crecer, muchos simplemente se van. ¿A qué se debe esta situación?
Debemos exigir la misma preparación y el mismo enfoque tanto en la predicación como en la clase de niños.La razón por la que esto ocurre es que, en muchas iglesias donde se defiende una sana enseñanza a los adultos, no se practica en las clases de niños. Es increíble cómo muchos pequeños no comprenden la diferencia entre Abraham o Moisés, casi como si el usar la misma imagen del viejo franelógrafo les hiciera creer que son la misma persona. Entienden las historias por separado (saben que David mató a Goliat o que José fue vendido por sus hermanos), pero no saben por qué estas historias son importantes ni cómo se relacionan entre sí. No comprenden la enseñanza revelada en la historia ni el objetivo de ella.
Como mínimo, esto halla su origen en dos realidades.
1) Preparación inadecuada
Muchos maestros de escuela dominical no estudian el pasaje bíblico, sino el manual de la clase. De inicio, esto ya es un problema porque el manual no es inspirado. La Biblia, sí.[1] Además, solamente contar una historia bíblica no es dar una clase bíblica. Ministerios como APEN (Alianza Pro Evangelización del Niño) alientan al maestro de niños a realizar un trabajo exhaustivo comparable al que se le exigiría a un estudiante de teología. Un maestro de escuela dominical debe “estudiar” y “obedecer” la Biblia para, entonces, poder “enseñar” (Esd. 7:10 NTV). De otra forma, será imposible para los niños entender la Palabra de Dios que nadie les ha enseñado. Tal como ocurrió con el etíope, es necesario que alguien les muestre lo que las Escrituras enseñan (Hch. 8:30-31). ¡Cuán importante es que veamos la relevancia de la labor de enseñar a los niños!
2) Aplicación inadecuada
Por otra parte, una clase bíblica tampoco es dar solo una “aplicación práctica”. Al enseñar 1 Samuel 17, es recurrente que los maestros lleguen a la conclusión de que los chicos ‘deben ser como David’, pero ¡claro que no dicen eso en 2 Samuel 11 cuando David peca con Betsabé (si es que lo llegan a ver)! Esto es solo una aplicación moralista. Sin embargo, la enseñanza bíblica se trata de algo más que identificarse con Daniel o con Pedro. Se trata de entender nuestra cruda realidad, la misma que viene desde el principio de la historia: somos esclavos del pecado y necesitamos un Salvador.
Jesús mismo enseñó esto cuando dijo: “Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí!” (Jn. 5:39 NTV). Sus palabras denotan que enseñar la Biblia es mucho más que contar simples historias o dar una sencilla aplicación moralista que cualquier inconverso pudiera compartir. Las historias bíblicas tienen como objetivo revelar a Cristo. Por ello, en cualquier enseñanza bíblica debe existir un claro enfoque Cristocéntrico.
Una enseñanza bíblica no puede ser inferior solo porque es para niños. Debemos exigir la misma preparación y el mismo enfoque tanto en la predicación como en la clase de niños. Sin duda, las técnicas de enseñanza serán distintas, pero el mensaje no cambia: la salvación y la santificación son por medio de Jesús. Por ello, toda historia nos debe conectar con Jesús, el pecado, la salvación y la gracia de Dios para vencer en el día a día.
[1] Con esto no quiero demeritar el trabajo que buenos hermanos realizan al producir manuales de enseñanza para la iglesia local. Estos materiales son útiles, pero no son la Palabra de Dios.