—Mami, ¿qué es “sexo”?
La mamá siente que la respiración se le atora en la garganta. El nudo se forma en el estómago. El cerebro arranca en una carrera contra el reloj intentando formular oraciones coherentes y sencillas que puedan satisfacer al niño sin tener que entrar en mucho detalle.
—Mmmm, eeehh, pues…
La mamá voltea a ver al niño que hizo la pregunta, y ve que está mirando una libreta de la escuela.
—¿Por qué preguntas? —le dice.
—Es que aquí hay un formulario que tenemos que llenar para mañana, pero no sé qué poner en este cuadrito que dice “sexo”.
Una ola de alivio pasa sobre la mamá, y ella con gusto le explica simplemente que él debe indicar si es hombre o mujer.
Cuando una amiga nos contó esta anécdota que le sucedió con su hijo de siete años, nos reímos mucho, y ¡nos identificamos perfectamente con ella! Aun las mamás que más aman conversar con sus hijos, y las que se sienten más cómodas con casi cualquier tema, se encuentran evitando el tema del sexo, o no están seguras de cómo enfrentarlo.
Tengo tres adolescentes en casa, y no puedo ofrecerte una conversación mágica ni pasos prescriptivos para que tus hijos crezcan con una perspectiva bíblica y saludable sobre la sexualidad. Mi esposo y yo estamos aprendiendo sobre la marcha. No puedo afirmar que mis hijos saben todo lo que deben saber, o que no tienen ninguna duda sin contestar, o que nunca buscan información donde no deben.
Pero sí te puedo decir que tienes que hablar con ellos. Los padres debemos ser la fuente primaria de información y enseñanza sobre el tema del sexo. Y debemos conocer y autorizar las otras fuentes que tengan (líderes de jóvenes, amigos cristianos mayores del mismo sexo, buenos libros, blogs, etc.).
Siendo realistas
Para que entendamos un poco más la situación, quiero destacar varias realidades:
1. Muchos padres cristianos tienen una perspectiva distorsionada del sexo
Que seamos creyentes y tengamos un matrimonio más o menos bueno no significa que vemos el sexo con ojos bíblicos y sanos. Y no podemos comunicar lo que no sabemos. No podemos esperar que nuestros hijos adquieran información correcta si nosotros no la tenemos.
Ellos no pueden ver como hermoso algo que sus padres ven como sucio y lujurioso, o como una herramienta de manipulación y placer egoísta, o como un simple deber conyugal, o como algo a evitar.
Como padres, nuestras actitudes y perspectivas se contagian a nuestros hijos más que el impacto de nuestras palabras. Hay muchos factores que moldean nuestra perspectiva del sexo. Con frecuencia, hasta que tenemos hijos que empiezan a hacer preguntas, entonces reconocemos pensamientos y actitudes profundamente arraigadas o enterradas en nosotros.
Si sufriste abuso cuando eras niña, si te criaste en un hogar donde no se hablaba del sexo y se daba a entender que era malo o sucio, si caíste en pecado sexual en tu juventud o simplemente has luchado en tu matrimonio para responder físicamente a tu esposo, tu perspectiva del sexo se verá afectada. Y aunque nunca digas ni una sola palabra acerca de estos sucesos a tus hijos, ellos captarán tu actitud y perspectiva.
2. El sexo es el buen invento de Dios
Aquí está el punto de partida. Esta es la verdad principal que debe impactar cómo vemos el sexo (y cómo nuestros hijos lo deben comprender). Dios, el creador perfecto y sabio, ha diseñado que el hombre y la mujer se unan en matrimonio. Y luego, en ese contexto, que tengan una relación sexual que refleje la intimidad que Cristo tiene con su iglesia.
Ninguna pareja cristiana puede tener una perspectiva verdaderamente bíblica del sexo en esta cultura tan torcida sexualmente sin un esfuerzo diligente y constante de estudiarlo y agradecer a Dios por él.
Las palabras que uses para referirte a cualquier asunto relacionado con el sexo deben reflejar ideas y valores bíblicos. La meta es que, en las mentes de nuestros hijos, la idea del sexo se asocie principalmente con Dios, y no con el mundo.
El problema es que los padres no pensamos de esta manera, y nos resulta muy difícil comunicar un concepto fidedigno del sexo a nuestros hijos.
3. Tenemos que aceptar que el mundo hablará agresivamente con nuestros hijos sobre el sexo
Nuestros padres y abuelos pudieron controlar un poco más el flujo de información que llegaba a las vidas de sus hijos, incluso sin ser sobreprotectores. Conozco a madres que creen que pueden proteger a sus hijos de cualquier influencia mala y, como resultado, no enseñan a sus hijos a discernir cuando hay una mala influencia.
Y hoy, la mayoría tenemos acceso a Internet en casa. Nuestros hijos necesitan la Internet para tareas. Si no tienen acceso en casa, y no les permitimos tener celulares, tendrán acceso por medio de algún amigo o compañero.
Sus compañeros de clase, no importa a qué tipo de escuela asistan, hablarán de temas sexuales desde una edad muy temprana. Tendremos que hablar con nuestros hijos antes de que pensemos que sea necesario, porque incluso antes del internet, muchos aprendimos sobre el sexo en los columpios del parque o sentados en la banqueta de la colonia.
Muchos padres están permitiendo que el mundo moldee las mentes de sus hijos al permitirles ver programas de televisión, Netflix, videos de Youtube, y jugar videojuegos llenos de material sexualizado.
Cuando permites esto, sea por descuido o adrede, comunicas una aprobación pasiva de lo que está sucediendo en la pantalla. Tus hijos deben saber que te importa mucho lo que ven porque te importa mucho cómo piensan y qué creen.
Siendo intencionales
A la luz de estas realidades, tengo varias sugerencias para una crianza proactiva en la sexualidad:
1. Estudia sobre el sexo en la Palabra y en buenos libros
La actitud que vemos en la Biblia hacia el sexo es que es bueno, y que se debe hablar de ello con franqueza y sin rubor (Proverbios, Cantares, Hebreos 13:4).
Asegúrate de que los libros que busques reflejen ideas centradas en el Evangelio, y que enseñen doctrina bíblica. Sugiero el libro Sexo en un mundo quebrantado por Paul Tripp, y Revolución Sexual por Miguel y Cathy Núñez.
Tu herramienta más grande para hablar con tus hijos sobre este tema será una confianza plena en el diseño de Dios informado por el estudio diligente. No confíes en tu propia sabiduría y experiencia de vida.
2. Crea un ambiente de comunicación en el hogar
Invierte tiempo y esfuerzo en entablar conversaciones sobre todo tipo de tema con apertura y tranquilidad. Si tus hijos están pequeños, tienes mucha oportunidad de crear un ambiente de comunicación abierta y honesta en tu hogar.
Esto será clave en proveer oportunidades para hablar de la sexualidad abiertamente, y hará que tu hijo te busque de manera natural para contestar sus dudas. En general, evita utilizar palabras “sustitutas” para referirte a partes del cuerpo y otros términos (incluso en la vida general que no tenga que ver con el sexo).
Al hacerlo estarás protegiendo a tu hijo al darle terminología y conocimiento acerca de su propio cuerpo y sobre las acciones que son aceptables o no. Si tus hijos están más grandes, nunca es demasiado tarde para empezar y abrir la comunicación con ellos. Recuerda que su perspectiva del sexo, y de cualquier otro asunto, será resultado de un efecto cumulativo.
Ten una perspectiva a largo plazo, un compromiso de perseverar en practicar la comunicación compasiva y directa. No es suficiente tener una sola conversación sobre la cigüeña o la semillita de papá en mamá y listo (como en generaciones pasadas se solía hacer).
Es un conjunto de conversaciones, alguna breves y algunas largas, algunas iniciadas por el hijo y otras por ti, algunas sobre la tarea de biología o el comentario que hizo el pastor cuando predicó sobre Cantares. Aprovecha cada oportunidad para comunicarte abiertamente.
3. Considera palabras o conductas escandalosas como una oportunidad
Todos hemos sentido pánico al encontrar que una hija de dos años se ha quitado su ropa con su primito de tres años y están juntos riéndose. Esta situación puede ser muy angustiante para una mamá, pero no tiene que ser así.
Obviamente es conducta que se debe evitar, pero también es una oportunidad para instruir sobre realidades de su cuerpo y para qué creó Dios ciertas partes. Igualmente, un niño de seis años que empieza a decir que cree que debe ser niña, no necesita a padres en pánico. Necesita verdades hermosas de la Palabra sobre su diseño y su Creador.
Mi esposo y yo hemos comentado muchas veces que el hecho de tener a nuestros hijos en la escuela, y no en casa todo el día, nos ha provisto de muchas oportunidades para enfrentar temas que, de otra manera, no hubieran surgido de manera natural.
Cuando tu hija de doce años llega a contarte que una compañera le contó sobre un abuso que sufrió de niña es una oportunidad para instruir y dar palabras de precaución. Cuando tu hijo de diez llega hablando de un programa de televisión que todos están viendo, o páginas de internet donde sus compañeros dicen que pueden ver videos interesantes de mujeres, es una oportunidad ideal para investigar juntos sobre qué programas de televisión son buenos y malos, y por qué.
Esto hace posible una discusión natural sobre la pornografía. No hay necesidad de pánico, sino de rogar al Señor por sabiduría, y de abrir nuestra boca llena de la Palabra.
4. Resalta la bondad de Dios y el pecado del hombre
Si estás enseñándole a tu hija de cuatro años por qué no debe permitir que alguien la toque, o estás contestando preguntas sobre biología en cuarto de primaria, o explicándole a tu hija qué significa una historia en las noticias sobre una persona que fue violada (“¿Qué es eso, mami?”), o ayudando a tu adolescente con su problema de pornografía, o exhortando a tus hijos a que se esperen para tener relaciones sexuales hasta que estén casados, siempre debes resaltar que lo que Dios hizo es bueno, pero que el hombre pecador lo usa para fines egoístas de placer.
Así predicamos el Evangelio incluso a través de conversaciones sobre sexualidad.
¡El tema de hablar y enseñar sobre la sexualidad con nuestros hijos amerita todo un libro! Es imposible tratarlo de manera exhaustiva en una publicación como esta. Te animo a continuar aprendiendo y creciendo en tu propia perspectiva sobre el sexo, y a invitar a tus hijos de cualquier edad a acompañarte en esa búsqueda.
Dios ha usado la etapa de adolescencia en mis hijos, y los muchos retos que han llegado como resultado, para sacudirme en cuanto a mi propia actitud y entendimiento del sexo. He llegado a ver mi falta de sabiduría, y eso me lleva a mis rodillas para rogarle al Señor que tenga misericordia de mis hijos al mostrarse en toda su gloria en sus vidas, para que ellos le deseen a Él sobre todas las cosas.
Este artículo fue publicado en Aviva Nuestros Corazones.