Vivimos en un mundo tan acelerado que nada parece más natural en el ser humano que la ansiedad. Parece ser una parte aceptada del día a día.

Pasamos la vida afanados, esclavizados a los quehaceres cotidianos y preocupados por el porvenir, por nuestro presente y hasta por nuestro pasado.

El corazón del humano está cautivo a la ansiedad. Es un mal que no distingue edad, clase social, raza ni religión. Si tu corazón palpita, te darás cuenta que luchas con la ansiedad. Sin embargo, la Palabra de Dios nos invita a desterrar la ansiedad a través de la verdad. Solo por medio de la verdad de la Palabra seremos capaces de luchar contra esta manera de vivir tan cotidiana en la vida del ser humano y de muchos creyentes.

La ansiedad nubla la visión y genera confusión. Al pensar en tantas posibilidades, tu mente se divide y deja de funcionar correctamente. No se enfoca en lo que es de verdadera importancia.

En el Sermón del Monte, Jesús declara: “Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?” (Mt. 6:25).

Pero surge la pregunta: ¿Cómo no tener ansiedad cuando las circunstancias que estoy viviendo ameritan que esté preocupado?

Hoy quisiera compartirte 2 verdades que te permitirán desterrar la ansiedad de tu vida.

1. Enfócate en lo que es importante.

Mateo 6:25–34 nos invita a enfocarnos en lo que es de verdadera importancia. No debemos de tener una mente dividida que nos hace enfocarnos en cosas secundarias. En cada momento de nuestra vida,  debemos enfocarnos en ver al Padre celestial. El Señor anima a sus discípulos con una verdad: aquel Dios que es autor de la vida y creador del cuerpo sabrá proporcionarnos la comida para sostener la vida y la ropa para proteger el cuerpo.

Cristo nos pide explícitamente que abramos los ojos y veamos la providencia divina en el mundo natural. En el caso de las criaturas menores, como los pájaros, el Creador asume la responsabilidad de proveer para sus necesidades materiales. ¿Acaso no hará lo mismo en nuestro caso?

Esto no significa que seremos perezosos. Nuestra responsabilidad es trabajar, sembrar, cosechar y guardar en graneros. Debemos hacer las cosas que Dios ha prescrito para el hombre y para la vida en este mundo. Pero Él dice que nunca debemos sentirnos ansiosos por si, de repente, no tenemos lo suficiente para mantenernos con vida.

Nuestro enfoque debe estar en lo importante. Debe estar en lo eterno y no en lo trivial y efímero de esta vida. Cuando la ansiedad intente apoderarse de nuestra mente, debemos recordar que la mano providente de nuestro Dios está en control de esta vida y de cada ser de este universo (Salmo 104:27–28; 136:25; 145:14–16).

Así mismo, recordar el gran amor del Padre hacia nosotros nos ayuda a desterrar la ansiedad; pues una vez que entendemos que Dios nos dio a su propio hijo para la salvación de nuestras almas, nos revela que este hecho fue la demostración más grande que nos pudo dar.  Por tanto, es imposible pensar que Dios no se preocupa de suplir nuestras más pequeñas necesidades. Como Dios les provee a las aves del cielo, ¡cuánto más a nosotros que somos sus hijos amados!

2. Anhela el reino de Dios.

“Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mt. 6:33 NBLA).

El ciudadano del reino eterno tiene nuevos anhelos y busca con intensidad más de ese reino. No lo busca porque no porque no sepa dónde está sino porque, aunque ya conoce a su Rey, su anhelo es estar junto a Él constantemente. Es un sabio:

Oirá el sabio, y aumentará el saber, Y el entendido adquirirá consejo, para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello. Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas (Pr. 1:5–10).

El discípulo fiel anhela que Dios sea verdadero Señor de su vida. Aspira a ser guiado por sus preceptos éticos revelados en su Palabra. Desea que el gobierno de Dios y el dominio de su voluntad se hagan extensivos en la vida de los demás. Su meta no es solo el crecimiento personal en santidad, sino también la evangelización de los que no conocen a Dios.

Por lo tanto, mientras que el mundo va detrás de las cosas efímeras como el dinero, las riquezas, los bienes materiales, la comida, la bebida y la ropa, el ciudadano de este reino eterno renuncia a los valores del mundo para seguir los valores justos del reino; pues el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo (Ro. 14:17).

Conclusión

Buscarle a Él primeramente es tener a Dios como nuestro primer amor, tener su reino como nuestro destino, su voluntad como nuestro deseo, y su justicia como nuestro estilo de vida.

Mientras el mundo vive con un corazón cautivado por la ansiedad, afanado por perseguir los placeres momentáneos de esta tierra, el discípulo de Cristo renuncia a esos pobres y efímeros valores del mundo porque ha encontrado un valor superior en Cristo Jesús. Entonces, ¡enfócate en Él y anhela su reino!