“Por eso murió tu bebé, Dios se lo llevó porque sabía que tú volverías a trabajar”.

Esas fueron las “palabras de consuelo” que recibió mi madre al perder a su bebé a tan solo tres días de la cesárea programada. Fueron palabras dolorosas no solo porque venían de la esposa de un pastor, no solo porque le hicieron dudar si fue su culpa la muerte de su hijo, sino también porque se preguntaba: “¿Es pecado que una mujer trabaje fuera de casa?”.

Aunque podríamos escribir mucho sobre lo que experimentó mi madre, en este artículo nos enfocaremos en qué dicen las Escrituras acerca de si es pecado que una mujer trabaje.

ORIGEN

Por años, creí que el trabajo era resultado del pecado. Pero, antes de la caída (Gén. 3), “Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Gén. 2:15). El trabajo es algo bueno, es idea de Dios. De hecho, es un reflejo de Dios, quien siempre trabaja, tal como Cristo lo expresó: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn. 5:17).

¿Un ejemplo bíblico sobre una mujer trabajadora? Proverbios 31, la mujer virtuosa. Y no, no quiero que te sientas abrumada al leerlo (como muchas veces me he sentido), sino que veas cómo es una mujer activa, que cuida de su casa, de los suyos, sirve a otros y, sí, trabaja: “Hace telas, y vende…” (Pr. 31:24). Además de cuidar a su familia, otra de forma de servirles es trabajar, manufacturando y vendiendo telas.

META

Podrías estar pensando: “Entonces, ¿sí puedo trabajar en cualquier cosa?”. Bueno, no es tan sencillo. Dios nos ha dado principios en la Palabra, para que ejerzamos el discernimiento en cada situación en particular. Algo que nos puede ayudar al tomar decisiones es recordar cuál es nuestra meta en la vida: glorificar a Dios (1 Cor. 10:31). Veamos cómo luce esto en la vida de una mujer.

1. Glorificar a Dios (1 Cor. 10:31). Esta meta habla de los motivos del corazón. Dos personas podrían estar haciendo lo mismo “comiendo” y una agradando a Dios y otra pecando, lo cual se ve determinado muchas veces por el corazón detrás de ello, de lo cual hablaremos más adelante.

2. Adornar el Evangelio (Tit. 2). Como creyentes, deseamos que otros vean la hermosura de Cristo y su Evangelio a través de nuestra vida: conducta, palabras, amor y servicio a nuestra familia, etc. Así que, dependiendo la etapa de vida donde te encuentres (soltera, casada sin hijos, mamá de niños pequeños, de edad escolar o nido vacío), tus prioridades y tu tiempo dedicado a distintas actividades podrían variar, pero deben mostrar a los demás lo que el Evangelio ha hecho en ti.

3. Ser ayuda idónea (Gén. 2:18). Si estás casada, fuiste llamada a ser ayuda de tu esposo. Esto no es algo inferior o una limitante de un Dios tirano para evitar que hagas algo interesante con tu vida. Es todo lo contrario. Es un privilegio reflejarle a Él (las Escrituras hablan de Él como ayudador de su pueblo) y complementar a nuestro esposo de esa manera.

Pero veamos algo más que puede ayudarnos en la toma de decisiones.

CORAZÓN

Se mencionó ya que dos personas podrían estar haciendo lo mismo y uno agradando a Dios y otro pecando, explico a lo que me refiero. Dios me ha permitido trabajar desde antes de casarme, casada y con hijos, aportando económicamente a mi familia. Pero aunque he trabajado en educación cristiana (lo cual suena muy piadoso), muchas veces no he glorificado a Dios con ello, pues mi corazón alojaba pensamientos como:

“¿Por qué tengo que trabajar? ¡Cómo desearía no hacerlo!”.

“Si no fuera por el trabajo, sería una esposa y madre piadosa. Tendría todo el tiempo para estar en casa”.

Al nacer mi segundo bebé, mi esposo y yo decidimos que estaría en casa de tiempo completo. Y, ahora sí, me sentía la super mamá, la super esposa que por fin sería la mujer piadosa, con tiempo para cocinar platillos más elaborados y tener la casa soñada (perfectamente limpia y ordenada). Pero a los pocos meses volvió el descontento, pues el problema seguía en mi corazón:

“Desearía hacer algo más emocionante que solo cambiar pañales todo el día”.

“Extraño tanto recibir un sueldo, ser recompensada. Aquí muchas veces no me agradecen todo lo que hago”.

“Extraño ese puesto que tenía. Me hacía sentir valorada, sentía que hacía cosas emocionantes y de valor”.

¿Mis problemas?

1. Descontento. No estaba agradecida con la etapa que el Señor me permitía vivir. Solo deseaba que mis circunstancias cambiaran para “agradar a Dios” (como la madre y esposa perfecta); pero no estaba encontrando mi gozo en Cristo (Fil. 4:12-13).

2. Identidad. Estaba buscando mi valor en un puesto, en el reconocimiento y la remuneración. Pero si estoy en Cristo, mi valor está en Él. Puedo estar plena y completa en Él (Col. 2:10).

3. Idolatría. Mi pecado estaba en idealizar tanto una situación pensando que me daría felicidad. En el trabajo, idolatraba la idea de estar en casa y sentirme una mujer piadosa (no para servir a mi familia, sino para sentir que cumplía con las expectativas). En casa, idolatraba el trabajo que antes tenía, pensando que el ser valorada y reconocida me daría felicidad. Ambas eran mentiras.

PASOS PRÁCTICOS

Dicho todo esto, ¿es pecado que la mujer trabaje fuera de casa? Hasta ahora hemos visto que el trabajo es algo que refleja a Dios, que somos llamadas a vivir bajo ciertos propósitos, así como a aplicar discernimiento al analizar las motivaciones de nuestro corazón. Así que, la respuesta no es tan fácil como un “sí” o un “no”. En cambio, te animo a seguir algunos pasos que te pueden dar luz a la hora de decidir si deberías trabajar o no fuera de casa (incluso dónde, cuánto tiempo, entre otras cosas).

1. Ora (Sal. 19:12)

Pide al Señor que te muestre las motivaciones de tu engañoso corazón, que te muestre por qué deseas ese trabajo. Te animo a analizarlo a la luz de los tres aspectos mencionados (descontento, identidad e idolatría). Además, ora al Señor que te dé un corazón que desee adornar la doctrina del Evangelio con la forma en que vives, sirviendo a Cristo al servir a tu familia (independientemente de si sales a trabajar o no).

2. Pide consejo (Pr. 15:22)

Ora junto con tu esposo y analicen a la luz de la Palabra si ese trabajo es algo necesario para la familia. Y con necesario no me refiero a poder vacacionar cinco veces por año o tener carros de último modelo, lo cual no es malo, pero si hará que descuides la meta que Dios te ha dado. Podrías estar no glorificando a Dios a través de ese trabajo.

Además, Dios nos ha puesto en una comunidad de creyentes para que oren por nosotros y nos hagan ver los “puntos ciegos” que muchas veces no vemos. Juntos, pidan consejo a sus líderes espirituales e incluso a matrimonios maduros y piadosos que llevan más trayectoria y que quizás pasaron por situaciones similares.

3. Rinde cuentas (Gál. 6:2; Tit. 2:3-5)

Sea que trabajes fuera del hogar, que estés en casa de tiempo completo o que trabajes desde tu computadora en tu casa, busca una hermana madura en la fe a quien rendir cuentas y que ore por ti. En muchas ocasiones yo he abierto mi corazón con una hermana y le he pedido que ore por mí, porque después de una jornada de trabajo no deseo servir a mi familia, pues siento que “merezco un descanso” o “merezco tiempo para mí”.

CONCLUSIÓN

Así que, ora por discernimiento para tu contexto y etapa en particular. Y si estás en una situación de viudez o como madre soltera donde tu única opción es trabajar fuera de casa, recuerda que el Señor promete fortalecerte y ser tu ayuda en esta etapa de tu vida.

Confiemos en Dios para la situación que nos permite vivir. Roguemos por un corazón que anhele mostrar a otros la hermosura de Cristo en nuestro diario vivir, valorando lo que Él valora y dando prioridad a lo que Él da prioridad, sea que salgamos a trabajar fuera de casa o no.


Andrea Ruiz, originaria de Guanajuato, salió de su hogar a los 15 años para estudiar la preparatoria y posteriormente la licenciatura en la Universidad Cristiana de las Américas. Durante sus estudios conoció a Julio Salgado, quién ahora es su esposo. Actualmente ambos, junto con sus hijos, sirven en la Iglesia Bautista Genezareth y disfrutan colaborar en el ministerio de educación. Le apasiona la enseñanza, la oratoria y la redacción.