Imagina dos familias. Ambas tienen a sus hijos en la escuela cristiana y ambas piden que Dios provea para la colegiatura porque ambas se encuentran en una situación financiera delicada. Cuando hay que pagar la inscripción, una tiene los recursos suficientes para inscribir a sus hijos y la otra no. ¿Cuál de las dos tuvo mayor fe?

Sin duda, la respuesta inmediata sería: la que pudo inscribir a sus hijos. Esta respuesta refleja un concepto común: la fe genuina recibe lo que pide. Existe base bíblica para este concepto, ya que Jesús nos dice que “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré” (Jn. 14:13). Muchos cristianos, por tanto, tienen la noción de que el cristiano que tiene fe siempre recibe lo que pide, que no sufre y que tiene éxito. Y el cristiano que no recibe lo que pide, que sufre y que no tiene éxito no tuvo suficiente fe.

La fe genuina

¿Estas nociones reflejan todo lo que la Biblia enseña? En breve, esta es la respuesta: no. En la Biblia existen versículos como Juan 14:13, pero también versículos como Hebreos 11:39:“Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido”. ¡Es chocante leerlo! En el capítulo de los héroes de la fe, Dios dice que estas personas de fe genuina murieron sin recibir lo prometido. Eso significa que existen personas que tienen una fe tan fuerte y genuina que Dios mismo la celebra (incluyéndolos entre los héroes de la fe) pero ellos no reciben. No podemos hacer una ecuación mental: “fe genuina = recibir” y “no recibir = no tener fe genuina”.

¿Por qué algunas personas no reciben a pesar de tener una fe genuina? La respuesta más básica es que Dios tiene otro plan para sus vidas. La oración no es una declaración que obliga a Dios a cumplir nuestros deseos. Es una expresión de nuestra confianza en el poder infinito de Dios y nuestra sumisión a su soberana voluntad. Sí, pedimos que Dios intervenga y cumpla nuestra petición, pero solamente si es de acuerdo con su voluntad. El mismo apóstol Juan que escribió Juan 14:13 lo aclara: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Jn. 5:14, énfasis añadido).

Si esto es así, ¿el movimiento de palabra de fe, declaraciones positivas y el evangelio de la prosperidad tienen justificación bíblica? Estos movimientos enseñan que una persona que tiene la fe suficiente recibirá todo aquello que le pida a Dios.

Una iglesia del evangelio de la prosperidad

Recientemente visité una iglesia del evangelio de la prosperidad. Cuando las personas terminaron de cantar el antiguo coro “Oh, Dios es bueno”, la pastora enfatizó solamente la provisión económica de Dios inmediatamente al terminar el canto. Cuando llegó el momento de recoger las ofrendas, tuvieron su mensaje de ofrenda (un sermoncito para motivar a ofrendar generosamente). En esa ocasión la pastora de los niños habló de cuánto había sufrido por doce años de infertilidad, pero cuando sembró una ofrenda en la construcción de unos edificios de la iglesia, quedó embarazada poco después. Prometió que, si tú sembrabas en la ofrenda, Dios también te daría una hija, un aumento, o cualquier cosa que le pidieras.

Mientras recogían la ofrenda, el canto incluía la siguiente letra: “No puedes dar más que Dios, no importa cuánto lo intentes. Cuanto más le des, más te dará”. Terminando el canto, el pastor invitó a los asistentes a repetir una larga declaración. Declaraban: “Porque somos diezmadores, las ventanas del cielo están abiertas. LA BENDICIÓN está siendo derramada”. De ahí en adelante siguió una larga lista de bendiciones que declaraban que iban a recibir de Dios: aumentos, contratos, comisiones, herencias, ingresos, colegiaturas pagadas, deudas canceladas, regalías y propiedades. Esta es solo una lista parcial. El clímax de la declaración llegó cuando afirmaron que estaban recibiendo sus edificios, terrenos, casas, vehículos, e incluso sus aviones. ¡Sí, aviones! No es de sorprender que lo enfatizaran, pues la fortuna del pastor fundador de esa iglesia está valorada en más de 300 millones de dólares y tiene un aeropuerto privado al lado de la iglesia donde tiene sus aviones.

Al estar en este lugar, las lágrimas rodaban por mis mejillas al darme cuenta de que estas personas no adoraban al mismo Dios que yo adoro. Adoraban al dios del dinero y de la prosperidad. En las palabras de Al Mohler, para ellos Dios es “un mayordomo cósmico, que cumple nuestros antojos y nos da salud y riquezas”.[1] Los ricos líderes de esa iglesia engañan a sus congregantes, prometiéndoles algo que Dios nunca les prometió. Se enfocan casi exclusivamente en lo económico al grado de casi nunca mencionar el pecado, la cruz o el evangelio. De hecho, casi ni mencionan a Jesús. Ante esta ausencia del Evangelio, nos damos cuenta de que estas iglesias no predican el mensaje de la Biblia, sino un mensaje que agrada la comezón de oír de la avaricia de personas materialistas. No puedo evaluar el corazón de todos los asistentes, pero puedo afirmar que el mensaje que se transmitió no era el mensaje de la Biblia.

La Biblia presenta otro mensaje que está enfocado en otras cosas más importantes que la adquisición de terrenos, casas, vehículos y aviones. Cristo vino para librarnos del pecado y la muerte eterna, no solo de la pobreza y la enfermedad. Lo logró viviendo en pobreza, experimentando rechazo, y sufriendo una muerte horrible al tomar nuestro lugar. Este es el verdadero mensaje de la Biblia. Muchos que siguen a Jesús en fe tendrán que seguirle en el camino de la cruz y la aflicción (Lc. 9:23; Jn. 16:33). Experimentarán lo mismo que los héroes de la fe: burlas, azotes, cadenas, cárceles, aserramientos, apedreamientos, asesinatos, vivir como fugitivos y pasar aflicciones y maltratos (He. 11:36-37). Solamente una fe verdadera está dispuesta a pasar por estas cosas.

Conclusión

Si asistes a una iglesia que predica el evangelio de la prosperidad, te imploro que examines la evidencia bíblica. Encontrarás que la Biblia no respalda este tipo de evangelio. Después de estudiar la Biblia cuidadosamente, busca otra iglesia que predique el sano Evangelio.

Si no asistes a una iglesia así, seguramente piensas que estás libre de este error, pero muchos todavía tenemos semillas de esta manera de pensar en nuestro cristianismo. Si valoramos el éxito económico y numérico sobre el crecimiento espiritual, si nos sentimos decepcionados con Dios cuando sufrimos una prueba, si nos enojamos con Dios porque no contesta una petición, si buscamos la salida fácil de una aflicción, damos evidencias de conceptos erróneos sobre la fe y la vida cristiana.

Hermanos, vayamos a las Escrituras para examinar nuestro concepto de la fe. Tengamos una fe genuina tan fuerte que esté dispuesta a no recibir si es la voluntad de Dios para nuestras vidas. Acerca de los grandes héroes de la fe, la Biblia dice: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11:13). Solo con esta fe genuina podremos recibir lo prometido. Entonces, pon tus ojos en Jesús, aquel que sufrió la cruz por nosotros, y corre con paciencia la carrera de la fe (He. 12:1-2).


[1] R. Albert Mohler, Jr., “¿Cambiarías la vida eterna por un Ferrari?”, http://palabraygracia.com/cambiarias-la-vida-eterna-por-un-ferrari-el-falso-evangelio-de-la-prosperidad/.