Domingo tras domingo, escuchamos predicadores diciéndonos qué hacer. “Porque Dios es fiel, tú debes confiar en Él”. “Jesús es la única fuente de gozo. ¡Deja a tus ídolos!”; “¡Mira el Evangelio! ¡Mira a Cristo!”; “Debes hacer todo para la gloria de Dios” … y demás. De hecho, he estado en algunos púlpitos. ¡Y vaya que es fácil decirlo! Pero, al bajar del púlpito, viene el verdadero reto. Claro, Dios es fiel, pero ¿confiar en Él? Eso es otra cosa. Por supuesto que Jesús es la única fuente de gozo, pero… ¿dejar mis ídolos? ¿Mirar a Cristo? ¿Hacerlo todo para su gloria? La verdad, una y otra vez, yo no quiero nada de eso.

¿Por qué? Porque, detrás de esta hermosa fachada de cristiandad, a veces odio a Dios. Sí, leíste bien. Me duele escribirlo, pero es la verdad. Yo sé que no sueles escucharlo así, y mucho menos viniendo de un cristiano. Pero solo estoy poniendo en palabras algo que quizá tú también has sentido. Cuando hablamos de amar a ídolos, podemos estar hablando de odiar a Dios. Cuando yo no amo a Dios con todo mi ser es porque todo mi ser está amando a otro dios. Y cuando amo a otro dios, estoy odiando a Dios. Quizás te suene muy fuerte. Quizás digas que hay puntos intermedios: “Solo soy un poco indiferente”; “Es algo de apatía”; “Jesús no es mi primer amor. Pero, al fin y al cabo, ¡sí lo amo! Solo que no es lo primero”. Pero Jesús dice que lo odias:

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lc. 16:13).

Unos capítulos antes, Jesús ya había dicho:

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:26).

Solo una cosa puede ser tu más grande amor. Por supuesto, Jesús no estaba diciendo que te conviertas en un amargado que odia a todos. Es su manera de preguntarte: “¿Qué pasaría si tienes que decidir entre algo o yo?”. Si Jesús no es tu más grande amor, tienes a un dios falso tomando su lugar. Si quieres ser un discípulo de Jesús, debes estar dispuesto a darle el lugar que se merece: tu más grande amor. Eso implica rechazar a todos tus demás amores. Amar y servir a un solo Señor. Todo lo demás es odiarlo.

Ahora, siendo honestos, incluso los cristianos seguimos teniendo ídolos. (Si no estás convencido de ello, te invito a leer Dioses falsos, por Tim Keller). Y, si aún crees que puedes tener un ídolo sin odiar a Jesús, piensa un poco. ¿Qué pasaría si Jesús decidiera arrebatarte ese ídolo que amas tanto? Eso que te hace feliz, que le da sentido a tu vida, que puede cambiar el curso de un día entero, de repente, se esfuma. Eso me pasó. Y, entre un mar de confusión, terminé odiando a Dios.

Para mí, eso es mi exnovia. Hace unas semanas terminó mi noviazgo con ella. No duramos mucho. Estábamos por cumplir cinco meses juntos. Y, honestamente, no sé qué pasó. Di todo de mí y, por más que intento saber qué ocurrió, no logro descifrarlo. A ratos, la inculpo a ella. Otras veces, me enojo conmigo mismo. Pero a menudo termino en el mismo lugar: odiando a Dios. Siempre termino cuestionando a Dios. “¿Por qué? ¿Por qué me permitirías entrar en una relación que solo me lastimaría? ¿Por qué me dejaste dar tanto de mí si no me iba a casar con ella?”. O, siendo más preciso: “¿Por qué me quitas eso que amo sobre todas las cosas? ¡Yo hice todo bien! ¿Cómo te atreves a arrebatármela?”.

Sé que no suena muy cristiano. Pero estas luchas son parte de la vida normal de un cristiano. Ningún corazón ha amado perfectamente a Dios sobre todas las cosas sino el del Señor Jesucristo. ¿Cómo saber, entonces, si somos sus discípulos o no? Lo que hace la diferencia es cuál quisiéramos que fuera nuestro más grande amor. Cuando tu idolatría te lleva a enojarte contra Dios e incluso a odiarlo, ¿te quedas allí? ¿O te sientes miserable por amar eso más que a Dios? ¿El odio contra Dios nunca se desvanece? ¿O te humillas ante Él una y otra vez pidiéndole perdón? Los mismos “doce” traicionaron a Jesús. Somos discípulos imperfectos. Tenemos que aceptarlo.

¿Cómo se siente la vida cristiana? Estás corriendo y ya te cansaste. Todo te duele. Quieres dejar de correr. Pero miras la meta y continúas… Has recibido muchos golpes, y sientes que ya no puedes más. Tu vista se nubla y sientes que desmayas. Pero continúas golpeando más allá de tus fuerzas… Observas al ejército enemigo acercarse y piensas que no vale la pena. Jamás podrás ganar. Pero tomas tu armadura y te lanzas a la batalla… De eso se trata la vida cristiana: pecadores que anhelan amar a Dios. Tienes todo en tu contra, incluso tus mismos deseos. Pero, más que nada, anhelas que tu corazón se deje de inclinar ante tus ídolos. ¡Cuánto darías por tener un corazón que ame solo a Jesús!

¿Qué esperanza tenemos? Si realmente anhelas amar a Dios, aprovecha los medios de gracia. Tu corazón amará todo con tal de no amar a Dios. Para eso están los medios de gracia. Son las armas que Dios nos dio para luchar en contra de nuestra naturaleza. Si alguien te dice que amar a Dios es fácil, te está mintiendo. Tú corazón no quiere amar a Dios. Tiende a odiar a Dios. Pero, si Él despierta en ti un deseo de amarle, ¡corre a los medios de gracia! Lee tu Biblia. Separa tiempo para orar. Memoriza la Palabra. Pide ayuda a tus hermanos en Cristo. Lucha contra tu tendencia de amar eso. Lucha por amar a Dios. Es lo que estoy haciendo. Te soy honesto. Quiero a mi novia de vuelta. Pero el verdadero problema no es su ausencia. El problema es mi falta de amor por Dios.

Poner cualquier amor sobre tu amor por Dios terminará destruyéndote. Entiendo eso, y por eso soy un discípulo de Jesús. No soy su discípulo porque lo amo a la perfección. Soy un discípulo de Jesús porque quisiera que Él fuese mi más grande amor. Quisiera amar menos a mi exnovia. Quisiera amar menos a todos mis ídolos. Quisiera amar a Jesús con todo mi corazón. Soy un pecador que a veces odia a Dios, pero anhela amarlo sobre todas las cosas. ¿Y tú?


Andrés Constantino nació en la ciudad de Xalapa, Veracruz. Actualmente, reside en el estado de Nuevo León, y estudia la licenciatura en Teología Pastoral en la Universidad Cristiana de las Américas. Disfruta servir en el ministerio de Palabra y Gracia.