“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6, énfasis agregado).
¿A qué se refiere con “galardonador”? Mira cómo lo expresa la Nueva Biblia de las Américas:
“ …que recompensa a los que le buscan” (NBLA, énfasis agregado).
Lee otra vez el versículo de arriba y pausa un momento. Forma en tu mente la imagen de la recompensa que esperarías obtener por acercarte a Dios. Te comparto algunas que pasaron por mi mente:
- Estabilidad económica: me imagino comprando todo lo que haga falta y un poquito más para siempre estar cómodos en casa, disfrutar de las cosas buenas de la vida, sin preocuparme por el dinero.
- Vida y relaciones libres de problemas: me imagino que, si busco a Dios, la vida será cómoda, mi matrimonio estará bien, mis hijos se portarán bien, y no tendré problemas con hermanos de la iglesia ni con amistades. En general, estaré libre de estrés por estar cerca de Dios.
- Salvación y éxito de mis hijos: me imagino que, si creo que Dios existe y busco acercarme a Él en cuanto a la crianza, mis hijos serán salvos y servirán a Dios, tendrán familias estables para que yo disfrute de los nietos, y tendrán vidas cómodas.
- Buena salud y fortaleza física: me imagino que los que tienen mala salud es porque no viven como Dios quiere y Él los está disciplinando. Por tanto, Él tiene que darles pruebas. Si yo tengo fe y busco a Dios, seguro tendré buena salud “para servirle mejor”.
- Reconocimiento de los demás: me imagino que, si yo sirvo en el ministerio con las capacidades que Dios me dio, tendré más seguidores, más “likes” y más oportunidades; entonces, recibiré más agradecimientos y otros pensarán mejor de mí.
Pero veo mi vida y me doy cuenta de que todo se quedó en mi imaginación. ¿Por qué la vida no se hace más fácil mientras más me acerco a Dios? ¿Qué pasó con ese galardón que reciben las personas que tienen fe y buscan a Dios? ¿Será que esa recompensa solo llegará cuando estemos en el cielo? ¿Qué sentido tiene buscarlo, entonces, si tendré que vivir en este mundo sin los beneficios que deseo?
El contexto de este versículo nos provee una gran parte de la respuesta. Lee Hebreos 11 con atención y quedarás impactado por todas las personas que obedecieron por “fe ciega” a Dios. Fueron a donde Él los enviaba, diciendo y haciendo lo que Él les dijo, sin saber cuál sería el resultado. Esto nos enseña un punto importante: la recompensa no está ligada necesariamente a la obediencia que Dios pide. La obediencia es una prueba de nuestra fe, pero no siempre consigue una recompensa inmediata. Estas personas en el “salón de fama” de la fe“aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido [una recompensa temporal y terrenal]” (He. 11:39).
Entonces, si los “famosos” de la fe no recibieron un galardón terrenal, ¿a qué recompensa se refiere el versículo que leímos al inicio? La clave para interpretarlo está en las frases acerca de Moisés:
“Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”(He. 11:26-27, énfasis agregado).
Piensa en la lógica un momento. ¿Cuál es la recompensa de una búsqueda? Si buscas un dinero perdido, ¿cuándo te sientes “recompensado” por tu esfuerzo? Si se busca a una persona desaparecida, ¿cuál es el único resultado que hace que la búsqueda valga la pena? ¡Encontrar lo que se buscó! ¡Ver con tus ojos, tocar con tus manos, experimentar el relacionarte otra vez con esa persona!
La búsqueda de Moisés valió la pena por una razón que se menciona dos veces: “tenía puesta la mirada en el galardón” y “se sostuvo como viendo al Invisible”. ¡Ambas frases significan lo mismo! Significan que la inigualable recompensa del pecador que busca a Dios es Dios mismo. El galardón diario para el creyente, que sigue creyendo que Dios existe y que busca diariamente acercarse a Él, es que recibirá lo que busca: más de Dios mismo. Más conocimiento de su Persona, más intimidad, más consuelo íntimo, más convicción de pecado para mayor santificación, más descanso.
Si el deleitarme en Dios mismo es mi mayor recompensa, esto significa que las cosas hacia las cuales mi corazón tiende a correr para el deleite no son una recompensa, sino que se convierten en un estorbo para recibir la recompensa.
¿Qué tal si Dios te está dando el mejor galardón al quitarte tu trabajo y obligarte a caer de rodillas delante de Él para rogar provisión para tu familia? ¿Y si al obligarte a deshacerte de muchos lujos, te está abriendo los ojos a la suficiencia y el deleite de tenerle a Él por encima de todo?