En la casa de mis papás, mi cuarto era el recurrente cuarto de invitados. Siempre que había alguna visita terminaba en el piso del cuarto de mi hermano con un colchón. No sé si has sentido la incomodidad de salir de tu cuarto (cargando todo lo que usas durante la semana porque ya no vas a poder entrar). ¿Todo para qué? Para que alguien duerma en tu cama, disfrutando de tus comodidades cotidianas. ¿Te has sentido así? Si no, tal vez sea porque nunca has tenido la oportunidad de hospedar a alguien.
La Biblia dice:
“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (He. 13:2).
Me gusta cómo lo tradujo la Traducción en Lenguaje Actual:
“No se olviden de recibir bien a la gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta, ha recibido ángeles” (He. 13:2 TLA).
La hospitalidad se trata de algo más que recibir a alguien en casa para pasar la noche. Jesús señaló a los discípulos lo siguiente: “Porque cualquiera que les dé a ustedes a beber un vaso de agua, por razón de su nombre como seguidores de Cristo, en verdad les digo que no perderá su recompensa”(Mr. 9.41 NBLH). Un vaso de agua es una muestra de hospitalidad, de manera que ser hospitalario no debe ser difícil para nosotros.
MUY OCUPADOS, POCO HOSPITALARIOS
Nos enfrentamos a un mundo ocupado. Papá y mamá salen a trabajar, los hijos están en la escuela y la casa está sola todo el día. En ocasiones, esto se vuelve una excusa para no hospedar. ¿Cómo puedo hacerlo si no tengo tiempo para atender a un huésped?
Permíteme invitarte a verlo desde otra perspectiva: ¿Dejarías que tus padres se queden solos en tu casa mientras tú viajas? ¿Qué tal a tu hermano o hermana con tus sobrinos? Ahora bien, ¿dejarías a un hermano de la iglesia solo en tu casa? Eso es hospitalidad. Estás invitando a tus hermanos en Cristo a quedarse en tu casa.
El tiempo no debe ser un problema cuando puedes darle las llaves de tu casa a un hermano. Y sí, esto debe ser un acto de fe con un hermano en la fe. Por supuesto, esto no te exime de las precauciones que debes tener para cuidar a tu familia (asegurarte de que sea un creyente de confianza). Pero debemos celebrar la bendición de que podemos recibir a un miembro de nuestra familia espiritual en casa. Es la confianza que pudieras tener con cualquier familiar de dejarle las llaves de tu casa ¡y el refrigerador abierto!
Pero la hospitalidad no se limita a dejar que alguien se quede en tu casa. Hay momentos en tu apretada agenda que liberas para disfrutar con tu familia o amigos. Aun cuando tienes muchos compromisos, dejas un tiempo para salir con amigos, comer con la familia o salir a pasear. ¿Has pensado en salir a comer un domingo, después del culto, con alguna familia de tu iglesia? Tal vez, ¿pagar su cuenta? Esto también es hospitalidad. Hay hermanos en tu iglesia que tienen niños con los cuales tus hijos pueden convivir y pudieras invitarlos a casa. Tu esposa podría ofrecer su casa para una reunión de damas; eso también es hospitalidad. Sí, ¡se puede ser hospitalario aun con una agenda llena!
POCO HOSPITALARIOS, MUY CONDENADOS
Quiero señalarte la advertencia a la falta de hospitalidad. Después de mencionar lo del vaso de agua, Jesús dijo:
“Cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y lo hubieran echado al mar. Si tu mano te es ocasión de pecar, córtala; te es mejor entrar en la vida manco, que teniendo las dos manos ir al infierno, al fuego que no se apaga, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga.” (Mr. 9:42–44 NBLH)
Pudieras pensar que suena exagerado, pero la realidad es que no somos hospitalarios y eso es preocupante. Nos parece que alguien más puede dar un vaso de agua, una bolsa de despensa o aceptar que la reunión de damas se haga en su casa. Nuestra falta de hospitalidad hace tropezar a nuestros hermanos y nos condena.
El apóstol Juan escribió acerca de Diótrefes, un hombre que no le quiso hospedar (3 Jn. 9–10) y advirtió a la iglesia: “Amado, no imites lo malo sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios. El que hace lo malo no ha visto a Dios” (3 Jn. 11 NBLH). Sin lugar a dudas, la falta de hospitalidad es una señal de que no conoces a Dios. ¿Conoces a Dios?
CONCLUSIÓN
Te animo a considerar la importancia de ser hospitalario con tus hermanos. No se trata necesariamente de hacer una fiesta con buffet incluido o de que invites a toda la iglesia a una súper pijamada. Se trata de una disposición continua que surge cuando un creyente ama a Dios. Si alguien en tu iglesia comparte tu amor por Él, ser hospitalario con él debería ser tan natural como ser hospitalario con un familiar. Recuerda: todo comienza con un vaso de agua.